Hace ocho años, el 1 de mayo, fui dramaturgo por primera y única ocasión. No hablaré de las debilidades del guión, que son muchas y pese a mi masoquismo no es grato hacerlo públicamente. Lo que debo decir es que fue una obra digna de verse, con doscientos actores y bailarines en escena, directores, diseñadores sonoros, iluminadores y tramoyistas.
Quizá mi único mérito en esa escenificación fue el éxito de mi convocatoria, a la que respondieron profesionales de sus respectivas áreas y artistas que tenían décadas sin trabajar juntos por las chispas que en algún momento incendiaron sus mutuos egos gigantes.
Así celebramos los primeros 100 años del inicio formal de la vida institucional de “esta tierra santa, tierra del Señor”. Tuvimos el apoyo total de la legislatura local de ese momento. Contamos con el entusiasmo de Sergio Eugenio García Pérez, poeta del cuerpo, coreógrafo, y su profesional ballet. La entrega de directores de teatro, actores, músicos, sonidistas, cantantes, directores de coros, coristas, vestuaristas y otros cuyo trabajo especializado escapa a mi memoria.
Tuvimos pocas semanas para memorizar los diálogos y ensayar. Por perfecto que sea un montaje, siempre se hacen visibles las costuras, sobre todo a los responsables del espectáculo. Aun con los tropiezos fue una función única, emocionante y memorable, que contó en dos horas la historia de Nayarit desde la presencia del hombre hasta 1917, año de la erección del estado.
Así celebramos los primeros 100 años del inicio formal de la vida institucional de “esta tierra santa, tierra del Señor”
Hubo actuaciones intensas, coreografías impactantes. Un actor quiso hacer dos papeles, el de Manuel Lozada, con barba, y el de otro personaje. En segundos un rastrillo lo hizo posible.
Un pitero de Jala vino a Tepic para hacer audible el lamento de la chirimía durante 10 segundos en el Teatro del Pueblo. Tenía habitación reservada en un hotel, pero terminando su actuación regresó a su casa en transporte público.
Coros de niños cantaron canciones de cuna de tiempos remotos. Un nativo de Mojarras interpretó El Alabado, desgarrador, el mismo que se cantó a la muerte del Tigre de Álica, y que él aprendió por herencia oral de sus antepasados.

Muchos tenían experiencia en los escenarios. Para algunos fue la primera vez que pisaban uno.
La despedida final de directores y actores parecía que había sido ensayada a la perfección.
Al final, un espectador se acercó emocionado. Nos informó que él había asistido a los festejos del 25, 50, 75 y 100 aniversario del estado. Este escribidor creyó que eso había sido un sueño.
Por perfecto que sea un montaje, siempre se hacen visibles las costuras, sobre todo a los responsables del espectáculo
Algún funcionario estatal propuso que se hiciera una gira con la obra por el estado. No tuve el valor de hacerlo, pues difícilmente podría repetirse el lleno total y la imperfecta perfección de la primera y única función.
Lamenté que mi padre y mis madres, que tres madres tuve, no hubieran podido asistir. Celebré que mis hijos vinieran de la Ciudad de México en una visita relámpago.
Nayarit en línea financió la grabación en video, que se conserva disponible en el mundo digital.