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viernes, agosto 1, 2025
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¿Cómo explicar el arrollador éxito electoral de Morena?

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Es incuestionable el espectacular éxito que ha logrado Morena en los procesos electorales. Apenas en 2015 participó en sus primeros comicios. El resultado que obtuvo en ese proceso es dato irrelevante. Lo que importa es qué, en 2018, Morena logró ganar las elecciones presidenciales.

Para darnos una idea de ese salto cuántico que dio Morena en la esfera electoral, procede mencionar lo que ocurrió con el PAN. A mediados de septiembre de 1939 se crea esa organización, un año antes de que Lázaro Cárdenas concluyera su responsabilidad como titular del Ejecutivo Federal. En 1940 se realizaron elecciones presidenciales y el PAN ni siquiera pudo presentar un candidato a la Presidencia de la República. El PAN tampoco pudo postular candidato a la Presidencia en 1946. Fue apenas hasta 1952 cuando el PAN postula candidato al cargo de Presidente (Efraín González Luna), aunque no obtuvo ni siquiera el ocho por ciento de los votos.

Luego de haber transcurrido más de sesenta años el PAN logra arribar a la Presidencia de México y lo hace en alianza con el Partido Verde. Asegurar que el PAN ganó las elecciones presidenciales del 2000, es mucho decir y cuestión aventurada. En realidad, en 2000 no ganó el PAN de don Manuel Gómez Morín, sino el pragmatismo, el dinero inyectado masivamente y la arrogancia de unas siglas (las del PRI) que habían sido secuestradas por mentecatos como Ernesto Zedillo, ajenos a la naturaleza política. Sesenta años y sacrificar el alma fundacional, fue lo que el acrónimo albiceleste requirió para arribar a la Presidencia de la República. [Dice el buen Marx en «El 18 brumario de Luis Bonaparte», que: “Por fin, pudo casarse con la novia, pero sólo después de que ésta había sido ya prostituida”].

En 2006, “haiga sido como haiga sido”, el PAN mantiene las riendas del Ejecutivo Federal con un puñado de cuestionados votos de diferencia. El PRI regresa por sus fueros en 2012 y se extravía en las razones de su fracaso del 2000.

En cambio, Morena conquista la cima presidencial en tres años. Participa en las elecciones intermedias de 2015 y obtiene menos del 10 por ciento de los votos. Tres años después, en 2018, Morena conquista con más del 50 por ciento de los votos, la Primera Magistratura del país. Con casi 60 por ciento de los votos, Morena se mantiene al frente del Ejecutivo Federal en el 2024 con Claudia Sheinbaum.

¿A qué se debe ese arrollador éxito electoral de Morena? La respuesta es multidimensional. Por una parte, se debe valorar la calidad de una buena parte de los candidatos que postuló Morena. Figuras como el doctor Miguel Ángel Navarro lograron atraer votantes en favor de esas siglas. La presencia de figuras como la del aludido lograron eclipsar la imagen vulnerable de otras figuras que Morena postuló a otros cargos menores. Estas últimas candidaturas fueron consecuencia de las alianzas construidas para reforzar las líneas electorales de Morena.

La figura activa de Andrés Manuel López Obrador fue decisiva. Su trabajo no dio inicio con el PRD, siglas que presidió. Toda su vida la dedicó al trabajo político. Durante su estancia en la titularidad del Poder Ejecutivo Federal, promovió cambios fundamentales que se reflejaron en el bolsillo de millones de mexicanos, de tirios y troyanos, por cierto. Fue colocado como figura central del movimiento que se concretó electoralmente. Hasta la fecha la fascinación por su carismática personalidad atrae a quienes lo diabolizan y a quienes prácticamente lo veneran.

La política de alianzas de Morena también explica en buena parte el éxito arrollador en lo electoral. Esas alianzas han sido llevadas casi al extremo. La conversión de algunos personajes de la esfera pública, han encendido las alarmas. No solamente han reaccionado los fundamentalistas de Morena; también han reaccionado figuras internas que han demostrado su talante contemporizadore, que son dialoguistas, que han mostrado su ánimo incluyente. Los alcances de la política de alianzas, parece no tener límites claros. La política de alianzas parece tener como límite la obtención de resultados específicos (como en el caso de los Yunes con los que se concretó una alianza para lograr la aprobación de la reforma constitucional del Poder Judicial).

He ahí el quid de la cuestión: es evidente que en el PRI la eternidad fue convertida “horas huecas, / los minutos en cárceles, el tiempo / en monedas de cobre y mierda abstracta” (Octavio Paz en Piedra de sol). El PRI agoniza en su proceso mesmérico como consecuencia de la renuncia al oficio político que se profundizó, entre numerosas razones, con el arribo de los “tecnócratas”. El PAN ha caído en su presencia en las urnas a tal grado que a duras penas logró ganar las diputaciones de poco más de treinta distritos.

El PAN ha demostrado que tampoco se queda corto en el rango de tolerancia de su política de alianzas a tal grado que se alió a las siglas PRI y PRD, de los que antes y ahora se avergüenza. Eso mismo aplica al PRI, que ha mostrado estar dispuesto a aliarse con sus peores “enemigos” con tal de mantenerse en la escena de la vida pública. La alianza de las siglas del PAN con las del PRI puede considerarse absolutamente aberrante, lo que puede concluirse si tenemos en cuenta que el acrónimo tricolor es parte de la Internacional Socialista.

Del PRD ya ni ocuparse, pues ni siquiera mereció la autopsia de su derrota. Al final de sus días, se convirtió en grotesca copia del pepinismo pro-PRI que en su momento encabezó el PPS. El difunto PRD fue mala copia del PPS lombardista. Copia y mala.

¿Morena es una promesa de eternidad? No: las siglas de Morena también pueden desaparecer y la amenaza es permanente e indestructible. La arrogancia, la ofuscación que provoca el exceso de triunfos es una amenaza que invoca a las némesis. Crear camarillas, grupos cerrados, ocultar tras la espalda la daga de la traición, hacer de la política instrumento de venganza y demagogia, todo eso y más, es amenaza inmanente al ejercicio del poder.

El oficio político alarga la existencia en el ejercicio de poder. Ánimo incluyente, tolerancia, sentido de la pluralidad, respeto al universo de intereses, eso y más es manifestación del oficio político. El ejercicio de poder sin oficio político solamente puede conducir al suicidio.

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