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Volantín | Colombia en la franja y la ruta de China

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En octubre de 2023, Colombia dio un paso significativo en su política exterior al anunciar su adhesión a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés), el ambicioso megaproyecto global impulsado por China desde 2013. Esta decisión, tomada por el gobierno del presidente Gustavo Petro, marca un punto de inflexión en la manera en que Colombia se posiciona en el tablero internacional. La firma, que se dio durante una visita oficial a Beijing, convirtió a Colombia en el último país sudamericano en sumarse a esta red que ya incluye a más de 150 países.

Pero más allá del gesto diplomático, la adhesión a la BRI plantea una pregunta crucial: ¿qué gana y qué arriesga Colombia al alinearse con el proyecto estrella de la potencia asiática?

La Iniciativa de la Franja y la Ruta, también conocida como la Nueva Ruta de la Seda, es una estrategia global de inversión y cooperación liderada por China. Su objetivo es fortalecer la conectividad y la cooperación económica a través de grandes proyectos de infraestructura —puertos, carreteras, trenes, aeropuertos, telecomunicaciones— así como vínculos culturales, educativos y comerciales entre Asia, África, Europa y América Latina.

En esencia, se trata de una diplomacia basada en la inversión: China financia y construye obras de infraestructura en países en desarrollo a cambio de mayores lazos políticos, influencia geoestratégica y acceso a mercados y recursos.

En América Latina, países como Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina, Brasil y Chile ya forman parte del esquema. Ahora se suma Colombia, hasta hace poco uno de los aliados más fieles de Estados Unidos en la región.

Lo que gana Colombia

1. Acceso a financiamiento e infraestructura

Uno de los principales atractivos de la BRI es el acceso a financiamiento para obras que los países suelen tener dificultades para costear por su cuenta. Colombia enfrenta una brecha de infraestructura estimada en decenas de miles de millones de dólares: puertos deficientes, carreteras sin concluir, vías férreas en mal estado, y zonas marginadas del desarrollo económico. China puede convertirse en un socio crucial para impulsar proyectos estratégicos, especialmente en regiones olvidadas como el Pacífico colombiano o la Amazonía.

2. Diversificación de socios estratégicos

Durante décadas, la política exterior de Colombia ha orbitado principalmente en torno a Estados Unidos, su principal aliado militar, político y económico. Un acercamiento a China implica una diversificación geopolítica que puede aumentar el margen de maniobra de Bogotá en el escenario internacional. Además, en un mundo cada vez más multipolar, depender exclusivamente de una potencia puede ser una apuesta riesgosa.

3. Mayor acceso al mercado chino

China es el segundo socio comercial de Colombia, después de EE. UU. La adhesión a la BRI podría facilitar mejores condiciones para las exportaciones colombianas, especialmente productos agroindustriales, minerales, petróleo y bienes manufacturados. También abre la puerta a acuerdos en materia educativa, tecnológica y cultural.

4. Cooperación en ciencia, tecnología y transición energética

La BRI no solo se limita a cemento y acero. China también ofrece cooperación en áreas como energía renovable, inteligencia artificial, infraestructura digital y medicina. Para un país como Colombia, que busca una transición energética justa y una economía del conocimiento, este tipo de cooperación puede resultar valiosa.

Lo que arriesga Colombia

1. Pérdida de autonomía estratégica

A pesar de los beneficios aparentes, una alianza demasiado estrecha con China puede limitar la autonomía de Colombia. China no entrega sin condiciones: busca influencia política, diplomática y económica. En algunos casos, esto ha implicado que países que dependen del financiamiento chino tengan que ceder en cuestiones sensibles, desde el acceso a recursos estratégicos hasta el apoyo en foros internacionales a las posturas de Beijing.

2. Tensiones con Estados Unidos

La decisión colombiana no pasa desapercibida para Washington. Durante décadas, Colombia ha sido uno de los principales receptores de ayuda estadounidense en América Latina, especialmente en el marco del Plan Colombia. Un acercamiento visible a China podría deteriorar esa relación privilegiada, especialmente en un contexto de creciente rivalidad entre Washington y Beijing. EE. UU. podría reconsiderar su apoyo económico, militar o comercial si percibe que Colombia se aleja de su órbita.

3. Posibles trampas de deuda

Una de las críticas más comunes a la BRI es que ha generado una “trampa de deuda” para varios países participantes. Casos como Sri Lanka, Pakistán o Zambia muestran que algunos Estados terminaron endeudándose más allá de su capacidad de pago, lo que les obligó a ceder activos estratégicos a empresas chinas o a renegociar en condiciones desventajosas. Colombia, con un nivel de deuda pública creciente, debe tener cuidado para no comprometer su soberanía fiscal ni hipotecar su infraestructura nacional.

4. Riesgos de corrupción y transparencia

Otro de los desafíos frecuentes en los proyectos financiados por la BRI ha sido la falta de transparencia y los riesgos de corrupción. En varios países, se han denunciado procesos opacos en la asignación de contratos o costos inflados. En un país como Colombia, donde la corrupción ha sido un obstáculo recurrente para el desarrollo, esto no es un riesgo menor.

Una apuesta de alto calibre

La adhesión de Colombia a la Franja y la Ruta no es un simple gesto simbólico. Representa una apuesta de largo plazo, tanto en lo económico como en lo geopolítico. Por un lado, puede abrir oportunidades de desarrollo acelerado en infraestructura, comercio y tecnología. Pero también implica adentrarse en un juego de poder global, donde las reglas son complejas y los equilibrios delicados.

El reto para Colombia será aprovechar los beneficios potenciales sin caer en las trampas que ya han experimentado otros países. Para ello, deberá negociar con inteligencia, establecer mecanismos de control y transparencia en los proyectos que se deriven de esta cooperación, y mantener una política exterior pragmática y multilateral que no rompa los puentes con otros actores clave, especialmente Estados Unidos y la Unión Europea.

La historia reciente de América Latina muestra que China no es ni un salvador ni un villano: es un actor poderoso con intereses definidos. Colombia debe actuar con claridad sobre los suyos. En tiempos de polarización y tensiones globales, la independencia estratégica no consiste en rechazar alianzas, sino en gestionarlas con soberanía, visión y responsabilidad.

Conclusión: entre la oportunidad y el riesgo

La entrada de Colombia a la Franja y la Ruta de China puede ser una herramienta poderosa para el desarrollo si se maneja con visión y cautela. Pero también puede convertirse en una camisa de fuerza si se acepta sin condiciones ni supervisión. La decisión ya está tomada. Ahora lo que importa es cómo se implementa.

Porque en el ajedrez global, cada movimiento cuenta. Y el margen de error es estrecho.

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