El tiempo pascual 2025, para muchos católicos y para muchas personas más [aunque no consideren estas semanas como tal] ha estado lleno de acontecimientos en la sede pontificia…
Apenas celebrada la Pascua de Resurrección, la muerte ―no del todo inesperada― de Francisco, el Papa venido “desde el fin del mundo” que, siendo para algunos apenas un reformista moderado y para otros alguien que se acercaba peligrosamente a la herejía, fue capaz de poner en el centro de su mensaje el urgente e impostergable compromiso con el cuidado de nuestra Casa Común y el potente y profético discurso de la Fraternidad-Sororidad Universal, en ambos casos, desde una figura que tomó del fundador de una orden religiosa mendicante que estaba convencido de que el evangelio podía cumplirse literalmente: Francisco de Asís ―”el varón que tiene corazón de lis, alma de querube, lengua celestial”― de quien no solo tomó el nombre e hizo suyas las causas antes mencionadas, junto con la pobreza y la reconstrucción de la Iglesia, sino que, de alguna manera, hizo suya en su manera de vivir el ministerio petrino…
La figura de Francisco logró una aceptación notable en amplios sectores eclesiales, así como en el complejo mundo de los medios de comunicación tradicionales y en las redes sociales, sin que esa aceptación alcanzara a diversos sectores eclesiásticos que suelen calificarse como conservadores.
En ese contexto de duelo y de interrogantes, surgió una nueva figura papal ―la de León XIV―, cuyo pontificado se prevé que será largo y que tendrá unos ejes que muestran, por un lado, continuidad con el pontificado anterior y, por otro, discontinuidades y novedades…
Comenzando con las diferencias ―además de los signos visibles de un pontificado sencillo, pero que no subraya, como el de su antecesor, la pobreza―, se había dicho, desde el mismo día de su elección que era esperable que, en materia de familia, matrimonio y vida asumiese una postura distinta a la de Francisco. En ese orden de cosas, el rápido nombramiento del cardenal Vicario de Roma Baldassare Reina como Gran Canciller del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y de la Familia, en sustitución del Arzobispo Vincenzo Paglia parece ir más allá de un cambio motivado en el hecho de que el cardenal Paglia cumplió 80 años y poderse interpretar como una respuesta a las voces que hablaban de una traición a la misión original del Instituto expresada, entre otras cosas, en las declaraciones de Paglia en temas como la eutanasia, la ideología de género y la bioética.
Esta diferencia muestra también continuidad, mas no con Francisco, sino con Juan Pablo II, cuyo báculo, por cierto, ha usado hasta ahora en todas las celebraciones eucarísticas solemnes que ha presidido.
La continuidad ―más allá de las constantes referencias a Francisco― se puede encontrar en dos ejes clave de ambos pontificados: la Sinodalidad-Unidad y la Iglesia en salida-Iglesia Misionera.
León XIV parece retomar el legado de la Sinodalidad como signo eclesial dándole su toque personal con un término más bíblico, joánico y, sin duda, agustiniano: Unidad… “Que todos sean uno para que el mundo crea”, se puede leer en el capítulo 17 del evangelio de Juan y el lema que el Papa León eligió para su escudo desde que fue nombrado obispo “In Illo uno unum” [Siendo nosotros muchos… “en Aquel uno, somos uno”] remarca la Unidad [en la multiplicidad, en la diversidad e, incluso, en la conflictividad] de la Iglesia, uno de cuyos signos de identidad es precisamente la unidad como se afirma en el Credo Constantinopolitano: “Creo en la Iglesia que es Una…”.
Otro de los ejes del pontificado de Francisco fue, sin duda, su insistencia en que la Iglesia no solo tuviera las puertas abiertas para recibir a quien quisiera entrar en ella, sino una iglesia que sale a buscar y a encontrarse con propios y extraños y, muy especialmente, con los descartados por el mundo y por la Iglesia. Esa Iglesia en salida, es identificada por el Papa León como una Iglesia misionera y es identificada como tal porque se trata de un pontífice con una vocación eminentemente misionera que le ha llevado ―entre 1977 y 2013― de graduarse en Matemáticas en la Villanova University en el estado de Pennsylvania y estudiar filosofía al noviciado agustino en la Provincia de Nuestra Señora del Buen Consejo de Chicago; al “Angelicum” de Roma; a las misiones y a diversos cargos en el Perú; de regreso a Chicago; a los cinco continentes como General de la Orden de San Agustín [que tiene presencia en 50 países]…
Entre 2013 y 2025, su vocación misionera diversificada [formador, administrador y pastor] lo llevó a Chicago, como Director de Formación, a Chiclayo, como Obispo y a Roma, como Prefecto del Dicasterio para los Obispos y Presidente de la Comisión Pontificia para América Latina y ahora como Obispo de la Ciudad Eterna.
El eje más propio y original de este pontificado incipiente parece ser el eje de la Paz, ese término que antes que una palabra plurisémica, que adquiere los más diversos significados de acuerdo con los contextos en que se use, parece ser el clamor que emerge de las entrañas de una tierra devastada y del corazón de una humanidad víctima de los más diversos tipos de violencia. Un pontificado cuya misión parece semejarse a la del profeta Jeremías, quien se siente seducido, forzado y violado por el Señor que le hace clamar “¡Violencia, destrucción!”…
Probablemente este mensaje de Paz no le traiga al Papa León las persecuciones que padeció Jeremías, pero probablemente sí le traiga el dolor de que ese mensaje de Paz no caiga en tierra buena y, por tanto no produzca el 30, el 60 o el 100 por uno porque esa Paz que el Resucitado obsequia, no se puede obtener sin nosotros, como lo expresa San Agustín en otra de sus frases célebres: “Aquel que nos creo sin nosotros, no nos puede salvar sin nosotros”.
Ojalá que ese primer saludo del Resucitado “La Paz esté con todos ustedes” que ha repetido el Papa León cada vez que aparece en público ―de acuerdo con el deseo expresado en las primeras palabras que pronunció el nuevo pontífice― llegue “a todas las personas […] a todos los pueblos, a toda la tierra”…