Instantes sublimes se vivieron ayer en Madrid gracias a la magia, la profundidad y la belleza estética de un torero de leyenda: Morante de la Puebla. Empaque y sevillanía. Gusto y aroma. De negro iba vestido el personalísimo diestro. Cortó dos orejas en el colofón de la Feria de San Isidro. La salida a hombros fue inusitada. El gentío brincó al ruedo para rendir tributo a su ídolo, para ver de cerca sus lágrimas de emoción, para tocarle los alamares del vestido color azabache. Histórico: se lo llevaron a hombros hasta el hotel, como en los viejos tiempos. Una página imborrable en la agenda del toreo contemporáneo. Morante sigue conmoviendo con una combinación única de la tauromaquia antigua con la moderna. ¡Salve, maestro