El Grito de Independencia es uno de los actos cívicos más arraigados en la vida pública de México. Cada 15 de septiembre, el Zócalo capitalino y las plazas de todo el país se convierten en escenario de una celebración que recuerda la noche de 1810 en la que Miguel Hidalgo llamó al pueblo a levantarse contra el dominio español. Sin embargo, más allá del ritual, la ceremonia también ha reflejado el estilo personal y político de quienes ocupan la presidencia.
Según un artículo publicado en Historias del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el primer mandatario en institucionalizar la tradición en Palacio Nacional fue Porfirio Díaz, quien en 1896 trasladó la campana de Dolores hasta el balcón presidencial. Desde entonces, el Grito se convirtió en una forma de vincular el poder presidencial con los símbolos patrios.
En el siglo XX, la ceremonia adoptó matices diversos, según el historiador Fernando Serrano Migallón. Lázaro Cárdenas incluyó en 1937 el “¡Viva la revolución social de México!”, con un tono ideológico vinculado a su proyecto transformador. Décadas más tarde, Luis Echeverría y José López Portillo incorporaron nuevas figuras históricas, como Benito Juárez y la Corregidora, además de arengas con mensajes de continuidad nacional.
Ya en los noventa, Ernesto Zedillo dio mayor vigor a su arenga e integró valores como libertad, justicia y unidad nacional. En contraste, Vicente Fox buscó un estilo cercano, cambió el orden tradicional al decir “Mexicanas y mexicanos” y fue el único presidente en incluir a Leona Vicario. En 2006 incluso rompió con la sede tradicional y encabezó el Grito en Dolores, Guanajuato.
Con el Bicentenario de la Independencia en 2010, Felipe Calderón organizó una de las ceremonias más espectaculares, con luces, música y un tono monumental, incluyendo “¡Viva el Bicentenario!”. Enrique Peña Nieto, por su parte, centró su mensaje en la solidaridad tras los sismos de 2017 y por primera vez integró a cadetes mujeres en la escolta.
El estilo cambió nuevamente con Andrés Manuel López Obrador, quien sumó consignas sociales y universales: “¡Viva la esperanza!”, “¡Vivan los pueblos indígenas!”, “¡Viva la fraternidad universal!”. Con ello buscó dar un carácter popular e inclusivo al acto cívico.
Este 2025, la tradición adquiere un matiz histórico con Claudia Sheinbaum, la primera mujer en dar el Grito de Independencia desde Palacio Nacional. Su participación representa la continuidad de una ceremonia con más de un siglo de historia, pero también abre un capítulo nuevo en el que la representación femenina alcanza uno de los símbolos cívicos más relevantes del país. La expectativa estaba en conocer cómo imprimiría su estilo propio en un acto que ha funcionado como espejo de las prioridades políticas y sociales de cada época. Sheinbaum reescribió una de las arengas más antiguas de la tradición: en vez de gritar “¡Viva Josefa Ortíz de Domínguez!”, la nombró con su apellido de soltera, Téllez-Girón. Asimismo, agregó arengas como “¡Viva Manuela Molina, La Capitana!” y “¡Viva Gertrudis Bocanegra!”, “¡Viva las heroínas anónimas!”.
Con Sheinbaum al frente, el Grito de Independencia entra en una etapa inédita: la voz presidencial, por primera vez femenina, marca un precedente en la historia de México. La evolución del Grito de Independencia refleja la historia política de México. Desde su institucionalización en el siglo XIX hasta su solemnización como rito nacional, esta ceremonia ha sido moldeada por el contexto histórico y el estilo de cada mandatario