El golpe más duro al legado inmediato de Luis Donaldo Colosio Riojas vino justo después de dejar su cargo, en su propia casa. La joya de la corona de Movimiento Ciudadano, la alcaldía de Monterrey que él mismo gobernó, fue perdida de manera contundente. Su sucesora designada, Mariana Rodríguez, fue derrotada por el candidato de la “vieja política” que tanto denostan, Adrián de la Garza, del PRI. Este resultado es tanto anécdota, como veredicto. Sugiere que el “efecto Colosio” fue un espejismo personalista más que un movimiento social; que su administración fue incapaz de construir una base ciudadana lo suficientemente sólida como para asegurar la continuidad del proyecto naranja. Si el modelo se hizo cenizas en su propio bastión, ¿con qué autoridad moral se presenta en Nayarit para enseñar cómo “cambiar la forma de hacer política”?
Con este fracaso monumental como telón de fondo, el anuncio de su visita a Tepic para “compartir ideas, aprendizajes y metas en común” adquiere un matiz que podría hacer a Tepic, ahora sí, reír. La convocatoria, envuelta en la habitual parafernalia optimista de Movimiento Ciudadano, invita a la “familia naranja” a construir un futuro que, a juzgar por los hechos, su principal ponente no ha sido capaz de edificar para sí mismo. La pregunta para los militantes nayaritas es sencilla: ¿qué lección se puede aprender de un general cuya principal fortaleza fue arrasada en la primera batalla que se libró sin él al frente?
Repasemos los otros “aprendizajes” que Colosio trae en su maleta. Primero, su renuncia a la contienda presidencial. Un acto que se vendió como “responsabilidad”, pero que en la arena política se tradujo como un repliegue táctico ante una derrota inevitable, priorizando la conservación de su imagen sobre el deber de competir. Fue la primera gran lección: cómo construir una expectativa nacional para luego defraudarla con un cálculo personal.
Luego vino la candidatura al Senado, su premio de consolación. No ganó la elección por el voto popular. Fue superado y llegó a su escaño por la puerta de atrás de la primera minoría, esa red de seguridad del sistema para los perdedores más populares. Una derrota con curul, pero derrota al fin. ¿Es esa la “meta en común” que propondrá en Tepic? ¿Convertirse en la oposición testimonial más votada del estado?
La visita de Colosio a Nayarit se perfila menos como un acto de construcción política y más como una gira de autoayuda; un ejercicio de turismo político para mantener su marca vigente lejos de las ruinas de su proyecto en Nuevo León. Necesita el aplauso de nuevas audiencias, de militantes que aún no han sentido el frío de los resultados electorales adversos, para seguir alimentando la narrativa de un liderazgo que los hechos desmienten.
El discurso de la “nueva política” se desmorona ante la evidencia. Es un producto de marketing brillante que consistentemente entrega fracasos tangibles. Se promete un futuro luminoso, pero el presente es de bastiones perdidos y victorias morales que no se traducen en poder. Así que, cuando la militancia naranja de Nayarit se siente a escuchar a Colosio este sábado, harían bien en dudar del evangelio que se les predica. No están recibiendo a un estratega victorioso. Es un político cuya carrera reciente es un estudio de caso sobre cómo gestionar el declive. La pregunta es qué van a construir y si están dispuestos a ser los siguientes ladrillos en su bonito edificio de derrotas.