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jueves, octubre 16, 2025
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Entre llamas y lágrimas el mercado Juan Escutia

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Eran las 9:34 de la noche del martes 14 de octubre cuando el bullicio cotidiano del Centro Histórico de Tepic, fue interrumpido por el sonido desesperado de una llamada al 911. Ciudadanos alarmados reportaban que, del corazón comercial de la ciudad, el mercado Juan Escutia, salía humo, mientras cables de electricidad chispeaban y tronaban. Todo el lugar estaba cerrado con llave; desde fuera, nadie podía hacer nada.

Elementos de Protección Civil municipal, junto a bomberos estatales y personal de Protección Ciudadana, fueron los primeros en llegar quienes rompieron cadenas y candados. Al abrir encontraron un escenario aterrador: una estructura envuelta en fuego desde la planta baja, con las llamas trepando voraces hacia el segundo nivel, consumiendo recuerdos, mercancía y décadas de esfuerzo de decenas de familias. Cortaron de inmediato la energía eléctrica para iniciar la lucha.

Con tanques de oxígeno, hachas y las pesadas mangueras de las motobombas, los vulcanos como se les conoce a los bomberos entraron al infierno. El humo lo llenaba todo. Desde la calle Puebla hasta Amado Nervo, decenas de locatarios, mujeres, hombres, jóvenes y niños, observaban con el alma rota. Entre lágrimas y rostros desencajados, veían cómo se desvanecía lo que habían construido con tanto sacrificio.

El Ejército Mexicano también se sumó a las labores. El fuego no distinguía rubros ni historias: se llevaba entre sus llamas papelerías, fruterías, carnicerías, dulcerías, loncherías, pollerías y tiendas de ropa. Los recuerdos de infancia, las charlas cotidianas entre pasillos, los aromas y colores… todo parecía desvanecerse en minutos.

Mientras unos combatían el fuego desde adentro, otros abrían brechas desde el exterior. Bomberos del estado utilizaron herramienta eléctrica para cortar las protecciones de acero del segundo piso. En un acto desesperado por salvar lo que aún podía rescatarse, incluso rompieron parte de la barda para ventilar el lugar y contener el incendio.

Pasaron las horas. Cerca de la medianoche, el humo cubría el primer cuadro de la ciudad como una neblina dolorosa. Y aunque ya nada podían hacer, los locatarios se resistían a marcharse. Querían respuestas. Querían saber si aún tenían algo.

A las 12:33 de la madrugada, autoridades municipales informaron lo temido: el ingreso al mercado quedaría prohibido durante al menos 48 horas, debido a los graves daños estructurales. El anuncio cayó como un balde de agua fría.

Un silencio incómodo se hizo presente. Solo fue interrumpido por el llanto suave de una mujer. Ella vendía ropa para bautizos, XV años y bodas en el segundo piso. Ahí, en ese rincón que tanto amor le dio, solo quedaban cenizas. “Era mi vida”, alcanzó a decir.

La Fiscalía General del Estado anunció el inicio de una investigación para esclarecer las causas del siniestro. La prioridad ahora, dijeron, es descartar cualquier acto intencional. Desde la mañana del miércoles, peritos especializados en incendios, criminalística y arquitectura llegaron al lugar para realizar los dictámenes técnicos correspondientes.

De manera preliminar, autoridades señalaron que alrededor de 120 locales resultaron afectados. Tanto el gobierno municipal como el estatal ya trabajan en estrategias para brindarles apoyo a los comerciantes.

Pero ningún informe podrá medir el dolor. Ninguna estadística describirá con precisión lo que significaba ese lugar para cientos de familias.

El mercado Juan Escutia no solo fue un centro de comercio. Fue un punto de encuentro, un símbolo de identidad y lucha y una segunda casa para muchos.

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