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viernes, octubre 31, 2025
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Monseñor Flores Calzada: misión cumplida

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Tras 13 años y cuatro meses al frente de la Diócesis de Tepic, monseñor Luis Artemio Flores Calzada se despide con la certeza de la "misión cumplida". En una charla íntima, el octavo obispo repasa los momentos que marcaron su episcopado: desde las visitas pastorales que lo hicieron "enamorarse de la diócesis" y los desafíos de la pandemia, hasta los "tragos amargos" y su firme postura sobre el papel de la Iglesia en la vida pública

Este mes tuve el gusto de recibir nuevamente en mi programa televisivo de entrevistas a Monseñor Luis Artemio Flores Calzada, el octavo obispo de la Diócesis de Tepic, quien, como sabemos, hoy entrega el báculo a su sucesor. 

Con una trayectoria forjada a lo largo de más de cinco décadas de servicio pastoral y académico, su historia comenzó en San Antonio Tultitlán, Estado de México, un 28 de abril de 1949. Su camino lo llevó desde el Seminario Conciliar de Texcoco en 1961 hasta su ordenación como presbítero en 1974. Su sólida formación incluye una licenciatura en Teología Dogmática por la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma y un diploma en Sagrada Escritura en Jerusalén. Antes de llegar a Nayarit, tuvo la encomienda de fundar la Diócesis de Valle de Chalco, de la que fue su primer obispo en 2003. El 30 de marzo de 2012, tomó posesión en Tepic. Ahora, tras 13 años y seis meses al frente de esta diócesis que abarca Nayarit y parte de Jalisco, nos sentamos a conversar sobre su labor, los desafíos que enfrentó y la misión que, con serenidad, considera cumplida.

Al borde de esta transición, le pregunté por los sentimientos que afloraron cuando supo que el Papa había aceptado su renuncia, un procedimiento canónico estándar al cumplir 75 años. Me confesó que, si bien era algo que ya esperaba, el momento del anuncio público no estuvo exento de emoción. “Cuando la anuncié, allí en la Catedral, como que sí me vino un poquito de cierto… sí experimenté… el nudo en la garganta”. Sin embargo, esa sensación fue superada por la alegría y la certeza de la “misión cumplida”. Me explicó el complejo proceso que se activa para nombrar a un sucesor, una investigación que encabeza el nuncio apostólico en la que “se consulta a algunos sacerdotes, religiosos, laicos incluso, sobre todo el perfil, qué estilo de obispo creen que se necesite para Tepic”. De ahí surge una terna que llega a Roma para la decisión final del Papa.

Le recordé que hace más de una década, la noticia de su nombramiento para Tepic lo tomó por sorpresa mientras trabajaba en un plan pastoral en Valle de Chalco. “El Santo Padre, en este caso Benedicto”, dice, lo nombra obispo de Tepic. Me relató sobre aquella llamada del nuncio. Fiel a su disposición de aceptar la voluntad de Dios, acudió a la Basílica para orar, encontrando ahí la tranquilidad para su nueva encomienda. Para su agrado, al llegar descubrió que el proyecto pastoral que se desarrollaba aquí era el mismo que él estaba implementando en Chalco, lo que facilitó enormemente su transición.

Al preguntarle sobre lo que más le impactó en estos 13 años, no dudó en señalar las visitas pastorales como una de sus experiencias más valiosas. “Es la visita del pastor, en donde yo traté, por ejemplo, de ir parroquia por parroquia”. En esas visitas se reunía con todos los sectores de la comunidad, desde presidentes municipales hasta ejidatarios, escuchando sus inquietudes. Fue en ese contacto directo donde, según sus propias palabras, se fue “enamorando de mi diócesis”. Su episcopado también estuvo marcado por crisis que lo acercaron a su grey. Rememoró el huracán que provocó las inundaciones en Tuxpan y Acaponeta, donde visitó a los damnificados para animarlos y escuchar sus historias.

Otro desafío mayúsculo fue la pandemia. Ante la imposibilidad de que los fieles asistieran a los templos, encontró en los medios una bendición. “Teníamos la Semana Santa y no se podía asistir a los templos y fue realmente pues una bendición de Dios que a través de usted (8NTV)… se pase la misa”. La transmisión de la misa dominical se convirtió en un programa consolidado con una audiencia fiel que llegaba a muchos lugares. Esta faceta lo convirtió, como le comenté, en un “obispo facebookero”, que supo aprovechar el “mundo nuevo digital” para que el Evangelio llegara a más personas.

En nuestra charla, destacó con emoción la riqueza de la fe popular. Describió la devoción a la Virgen de Guadalupe en Puerto Vallarta, donde toda la comunidad se vuelca en las peregrinaciones, y el cariño especial por el santuario de Talpa, al que llamó “el corazón de la diócesis”, siendo testigo del inmenso cariño que los fieles le profesan a la Virgen del Rosario26.

Uno de los temas más contundentes fue el papel de la Iglesia en la vida pública. Hay quienes se molestan cuando la Iglesia opina sobre temas sociales o políticos, le planteé. Su respuesta fue directa.

“¿Hay quien se enoja, señor obispo, porque la Iglesia se mete en temas políticos o sociales?”, le pregunté.

“Puedo decir”, me respondió, “que en una ocasión, yo ya siendo obispo, me invitaron a un foro, y precisamente lo primero que les pregunté, a ver, de todos los que están aquí, podrían levantar la mano, todos los que estén bautizados… y la mayoría levantó su mano, y les digo, ¿Y sabían que todos los bautizados son la Iglesia?. Dicen por ahí que la Iglesia no se debe meter en política. Mi pregunta es, ¿qué andan haciendo ustedes aquí en política?”.

Para Flores Calzada, la política, citando al Papa, es “el ejercicio más noble de la caridad”. Distingue entre la política partidista, en la que el clero no debe participar, y la responsabilidad de todos los bautizados de involucrarse para promover valores como la honestidad y la justicia. “La Iglesia somos todos los bautizados, todos, absolutamente. Por lo tanto, la Iglesia, ahorita yo podría decir, está en todos los partidos”.

Por supuesto, no todo fue fácil, y tuvo que enfrentar “tragos amargos”. Se refirió con firmeza al grave problema del abuso de menores, subrayando la política de cero tolerancia impulsada por el Papa Francisco, la cual aplicó sin vacilar. “Si algún sacerdote llega a realizar algún abuso… debe hacerse un juicio, un proceso y ser expulsado del ministerio sacerdotal”. También gestionó conflictos comunitarios, como un caso en El Venado que requirió una resolución de Roma, y la confusa situación de un sacerdote desaparecido en Mexcaltitán, donde aplicó el Derecho Canónico.

Ahora, con serenidad, Monseñor Luis Artemio Flores Calzada se prepara para una nueva etapa como obispo emérito, con la intención de quedarse a vivir aquí en Nayarit. Ya ha conversado con su sucesor, Monseñor Engelberto Polino, a quien conoce de tiempo atrás y a quien ha ofrecido todo su apoyo. “En el momento en que él reciba… el báculo, en ese momento yo ceso… y también yo estaré a sus órdenes, lo que él disponga”. Se va un pastor que caminó por la costa y la sierra, que enfrentó huracanes y pandemias, que usó las redes sociales para evangelizar y que no temió hablar con claridad sobre el rol de los creyentes en la sociedad. Se va, como él mismo dice, con la profunda satisfacción de la misión cumplida.

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