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lunes, noviembre 3, 2025
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Debut y despedidas…

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Después de leer la crónica de Jorge Enrique González en este espacio ―una crónica escrita con la rapidez que exige el periodismo y con la sabiduría que da un amplio recorrido en ese “mestiere”― no es fácil escribir algo acerca del inicio del ministerio episcopal de Don Engelberto Polino Sánchez como 9° Obispo de Tepic…

Eppur… [esa expresión galileana que simboliza todavía hoy una ruptura epocal entre el medioevo y la modernidad], me es poco menos que obligado dedicar unas “palabras” a ese acontecimiento clave en la marcha de una iglesia diocesana que un día después celebraba el 14° aniversario de la partida de Mons. Ricardo Watty Urquidi, su séptimo obispo…

Tal vez por esa “coincidentia oppositorum” acuñada por otra figura clave de la transición a la modernidad, Nicolás de Cusa, y ante uno de las denominaciones posibles para estas “palabras” que me ganó Jorge Enrique “Una iglesia que hable menos y escuche más”, ha emergido en mí, de alguno de esos misteriosos lares de nuestro interior, una denominación que, a algunos adultos mayores les hará recordar una canción de Los Ángeles Negros con una “s” añadida: “Debut y despedidas”…

Y sí, a mí también este inicio de episcopado me trae recuerdos bastante añejos…

Los recuerdos de la llegada del Padre Tono Suárez Rivera, nombrado 5° Obispo de Tepic aquel 15 de agosto de 1971.

Primero, la recepción en el límite entre los estados de Jalisco y Nayarit en la carretera federal 15 México-Nogales y, posteriormente, la ordenación episcopal y el inicio de su episcopado en la Catedral de Tepic [esa ahora sometida a un arreglo de sus torres que parece no tener fin y que hizo imposible que el nuevo pastor entrara por la puerta principal y que pudiera ser símbolo de una “ecclesia” que requiere re-pararse], de la que recuerdo la larga duración de la homilía de Don Samuel Ruiz, el obispo que venía a “entregarlo” por formar parte de su limitado presbiterio y a quien D. Adolfo tendría que defender ante el rechazo de algunos de sus “hermanos en el episcopado” y del deseo presidencial de que fuera removido de su cargo por “formar parte del EZLN”…

Cosa curiosa, en mi memoria ―¿será por los años acumulados?― recuerdo mejor ese “debut” que el de Don Alfonso, el de Don Ricardo y el de Don Luis Artemio…

Confieso que, más allá ―y más acá― de la chunga más política que religiosa en que derivó el “debut” de Don Engelberto de acuerdo con la crónica de Jorge Enrique, ha dejado en mí, desde la primera vez que lo escuché hablar en la conferencia de prensa que ofreció, junto con el cardenal Robles poco después de su nombramiento como 9° Obispo de Tepic, me dejó una muy buena impresión y, como miembro ―más pasivo que activo― de la “ecclesia” católica de Tepic, me empezó a llenar de una esperanza que se amplió y profundizó el pasado viernes con sus “hechos y palabras”…

De sus “hechos”, solo haré mención de la amabilidad y sencillez de su trato y de la sensibilidad mostrada para no “torturar” a los participantes en la Eucaristía celebrada en el “Ex Sombrero” con la lectura de un mensaje más amplio que el que leyó [lo que lamento porque lo que no leyó tenía que ver con “los datos de la realidad” la que la Iglesia particular que ahora preside, debe iluminar con su palabra y acompañar con su testimonio y sus acción pastoral…

De sus “palabras”, retomo, ante todo, las palabras casi aforísticas ―esas expresiones lingüísticas que, como escribió Nietzsche, son capaces de decir en diez frases lo que otros dicen en un libro o, incluso lo que nadie es capaz de decir en un libro― con que inició su mensaje:

“A la querida Iglesia de Tepic, a quien me han pedido que acompañe, que me acerque como hermano, y que aprenda de ustedes”.

Una Iglesia ya querida desde antes de conocerla porque ha sido encomendada a su corazón de pastor…

Una Iglesia a la que alguien [en último término Alguien] le ha pedido acompañar [un verbo utilizado en lugar de gobernar, guiar, dirigir e, incluso pastorear…]…

Una Iglesia a la que ese mismo alguien [León XIV] y ese mismo Alguien [Jesucristo el Buen Pastor, o incluso el Dios Trino que es Amor], le pide acercarse como hermano…

Una Iglesia de la que tendrá que aprender como Obispo y como cristiano…

De sus “palabras” también, la manera de entender el episcopado como un ministerio en el que tiene que aprender muchas cosas más; en el que tiene que colaborar para que en la sociedad se haga realidad el proyecto de Cristo y el Reino de Dios se haga presente; en el que se escucha a los Papas, a la gente; en el que se sueña y trabaja en comunión…

Y, su concepción de la Iglesia: una Iglesia que hable menos y escuche más; comprometida con los que sufren y con la paz; misionera y evangelizadora; compasiva, y más simplemente aún: sencilla, cercana, servidora, misericordiosa, unida… ¡amable! [Así, entre signos de admiración…]

De las palabras del Nuncio Joseph Spiteri, la referencia a “una sociedad que sufre el acoso de la criminalidad, de la corrupción, de la indiferencia”; a la “rendición de cuentas de la administración de los bienes que no son nuestros sino de la Iglesia de cada comunidad de fe” y el “no podemos celebrar la comunión en la liturgia… mientras en las relaciones humanas fomentamos las divisiones, rivalidades, falta de atención hacia los hermanos”… [¿Sabrá algo?, o mejor aún, “algo sabrá”]…

¿Y las despedidas?

Cuatro, muy claras para los perspicaces: la de los dos cardenales presentes: Carlos Aguiar Retes, Obispo de la Arquidiócesis de México y Francisco Robles Ortega, Obispo de la Arquidiócesis de Guadalajara, la de Mons. Mario Espinosa, Obispo de Mazatlán [solo presente en el acto de la Catedral y ausente en la Eucaristía] y la de Don Luis Artemio, quienes han llegado a la edad de dimitir de sus encargos arquidiocesanos y diocesanos, aunque, en el caso de “los purpurados”, seguirán con su cargo cardenalicio y con su poco probable tarea electoral en caso del nombramiento de un nuevo Romano Pontífice antes de cumplir 80 años de edad.

Un vaticinio final que no pasa de ser una especie de corazonada…

Que una vez que aprenda muchas cosas más, viva su fe y responda, Don Engelberto, como lo hizo Don Adolfo en su momento, dejará la Diócesis de Tepic para asumir una responsabilidad mayor…

Veremos y diremos…

Quizás sí; quizás, no…

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