
En 2022 escribí una columna titulada “Hombre tenías que ser”. Era el Día Internacional del Hombre, que sí, existe desde 1999 y que la Organización Mundial de la Salud intenta relacionar con temas de equidad y salud masculina. En la práctica importa tan poco que incluso el Día Mundial de la Vasectomía, el 18 de noviembre, recibe más atención. Si un día dedicado a cortar conductos espermáticos genera más conversación que uno dedicado a la salud integral del hombre, algo no cuadra.
Tres años después la indiferencia ya no es solo un problema de agenda. Es un síntoma.
Uno de los ejes centrales del Día Internacional del Hombre es promover modelos masculinos positivos. Pero ¿cómo se hace eso cuando ni siquiera nosotros somos capaces de identificarlos? ¿Cómo promover lo que ni siquiera se nombra?
Y cuando hablamos de salud emocional se repite una constante. Más mujeres reciben diagnóstico de depresión. En la semana 45 del Boletín Epidemiológico Nacional, hubo mil 298 hombres diagnosticados y 2 473 mujeres. Sin embargo, la estadística que realmente expone la grieta es otra. Somos nosotros, los hombres quienes más se suicidan. Desde 2022 más del 80 por ciento de las víctimas han sido hombres. La depresión se detecta más en mujeres, pero el suicidio golpea más fuerte a los hombres. Lo incómodo es que casi no se dice, no se habla.
Hablar de salud emocional o física masculina sigue siendo incómodo. Resulta más fácil burlarse de un hombre que llora que preguntarle por qué lo hace.
Y cuando se toca el tema suele reducirse al chiste del tacto rectal o que llorar es de “maricas” (disculpen la palabra). La realidad es más amplia y más seria. En 2024 la hiperplasia prostática benigna afectó a mil 642 personas hasta la semana 45. Este año van mil 423. El cáncer de mama en hombres existe y casi nadie lo menciona. En México hay 624 casos y uno en Nayarit.
El tumor maligno de próstata es el verdadero monstruo silencioso de los hombres (los tumores malignos son la tercera causa de muerte según el INEGI). En 2025 acumula 5 mil 997 casos a nivel nacional. En Nayarit pasó de 9 a 25 en el mismo periodo, un aumento del 177 por ciento.
La próstata crece, presiona la uretra, interrumpe el sueño, afecta la vida sexual. Aun así, muchos hombres prefieren bromear antes que revisarse. Y como sociedad preferimos reír antes que preguntar.
La depresión, la ansiedad, las adicciones, los suicidios, la violencia autoinfligida, la HPB, el cáncer de próstata. Todo apunta al mismo problema estructural. La salud del hombre, emocional y física, no es una prioridad social, y se reduce siempre a un chiste.
Ni siquiera un día internacional logra rescatarla de la irrelevancia.
Los especialistas insisten en algo sencillo. La depresión es tratable y la salud masculina se puede atender si se detecta a tiempo, igual que en las mujeres. Esto exige dejar de minimizar, dejar de repetir “así son los hombres”. A veces acompañar, escuchar o simplemente no ridiculizar marca la diferencia entre la vida y la muerte.
Hay algo que las estadísticas no registran. Las sillas vacías, las conversaciones que ya no ocurren, las ausencias que se vuelven permanentes.
Tal vez el Día Internacional del Hombre no importa porque nos enseñaron que nosotros no importamos, solo debemos estar y ya. Tal vez ya es momento de cuestionarlo. Tal vez ya es momento de dejar de esperar a que el silencio sea noticia.



