O mis amigos de facultad eran unos genios o fumaban yerba y yo en mi inocencia de ultraprovinciano ni lo sospechaba. Resulta que nos poníamos a estudiar por horas y días enteros materias extracurriculares para hacer exámenes diametralmente opuestos. Por ejemplo, leíamos poesía para examinarnos en teoría de la medida. O practicábamos resolver sin calculadora desviación estándar o márgenes de error para responder a un locuaz maestro de teorías de la personalidad. Se los juro que sus métodos estrafalarios funcionaban, no sé si por sus neuronas, horas de estudio o la yerba bendita. Lo cierto es que casi todos fuimos Medalla Gabino Barreda, entregada a los mejores promedios de la UNAM. ¿Es presunción decir que yo alcancé el 9.6? No. Es sólo la introducción a un tema que desarrollaré en varias Breverías sucesivas.