Son las 12 del mediodía. El pasillo de tococirugía del Instituto Mexicano del Seguro Social número 1 de Tepic se llena de silencio, de pasos lentos y miradas húmedas. Familiares, amigos y compañeros de trabajo se congregan para despedir a Víctor Gabriel Ayón, quien durante poco más de 30 años fue parte del periódico Meridiano y de la vida cotidiana de muchas personas en esta ciudad.
Gabriel, como todos lo llamábamos, falleció tras un trágico accidente ocurrido el pasado miércoles sobre la avenida Tecnológico. Viajaba en su motocicleta, como cada día, repartiendo las noticias impresas que él mismo leía con dedicación. Esa rutina que lo acompañó por décadas terminó de manera abrupta, dejando un profundo vacío entre quienes lo conocimos.
Tenía 52 años. Era padre de Rubí Esmeralda y Víctor Manuel, abuelo de la pequeña Allison Isamara y esposo de la señora Esmeralda Martínez Chávez. Pero más allá de los lazos familiares, Gabriel fue un hombre que dejó huella con su humildad, su entrega y una alegría contagiosa que lo distinguía.
“Nunca se le veía enojado”, comentan sus compañeros. “Siempre estaba dispuesto a ayudar, a escuchar, a dar una palabra amable, incluso en los días más pesados”.
Para los reporteros y trabajadores del Meridiano, Gabriel no sólo era el repartidor: era parte esencial del equipo. Puntual, comprometido, siempre con una sonrisa en el rostro y un saludo cordial en la boca. Este martes 26 de agosto, Gabriel dejó de existir físicamente, pero su generosidad trascendió. En un acto de amor, su familia decidió donar sus órganos, lo que permitirá que otras personas puedan seguir viviendo. “Él daba vida en cada gesto”, dice un compañero, “y ahora, literalmente, la dará a otros”.
El homenaje no se hizo esperar. En el pasillo del IMSS, una valla humana se formó espontáneamente cuando su cuerpo fue trasladado a quirófano. Aplausos, lágrimas y un dolor que se colaba entre el silencio acompañaron el momento. Fue una despedida sencilla, pero llena de dignidad y gratitud.

Víctor Gabriel Ayón fue mucho más que un trabajador; fue un ser humano íntegro. Su historia nos recuerda que hay héroes silenciosos que no salen en portada, pero que todos los días hacen girar al mundo con humildad.
Se fue haciendo lo que amaba, dejando atrás un ejemplo de vida sencilla, alegre y generosa. Quienes lo conocimos podemos asegurar que su ausencia se sentirá siempre, pero también su presencia se quedará en cada rincón donde alguna vez entregó el periódico con una sonrisa.