Por Ernesto Acero C.
EL DISCRETO ENCANTO DE LA FISCALÍA.
El arribo del doctor Miguel Ángel Navarro Quintero a la gubernatura del estado, ha afianzado la lógica del cambio. Se trata de un proceso transformador del que nadie puede ni debe desentenderse. Un cambio que no se atora ni con actos de venganza, ni con revanchismos, sino que se apoya en la ley y que se impulsa con la legitimidad que ha definido un claro mandato: combate a la corrupción, fin de la impunidad y resultados concretos. Ese es el caso de lo que ocurre con la Fiscalía General, convertida en brazo ministerial contra la corrupción.
La corrupción y su clon, la impunidad, se combaten por convicción y por necesidad imperiosa, por reclamo popular. Ni venganzas ni paredones mueven los actos de gobierno. En todo esto, además de un liderazgo estatal, existe un componente crucial: la Fiscalía General.
La Fiscalía General del Estado ha cambiado de manera radical. Seguramente que no todo está bien, pero tampoco todo está mal. Agreguemos una variable más: lo que se ha logrado avanzar en los años recientes, se puede definir como una nueva era. No es poco decir y sí mucho lo que eso significa.
El fiscal general del Estado, el abogado Petronilo Díaz Ponce Medrano, acompañado por un equipo de jurisconsultos hábiles en la materia, han debido dar un golpe al timón en la institución. Asume(n) el cargo meses después de que se diera a conocer la noticia de la aprehensión (en los Estados Unidos), del que fuera el primero en ocupar ese cargo de Fiscal.
Debe decirse en cada una de sus letras. La primera persona que fue designada (por unanimidad) para ejercer el cargo de Fiscal, acabó en una prisión en los Estados Unidos confeso de haber realizado actividades ilícitas diversas. [Aquí cabe una breve digresión. Nos dice don José Ortega y Gasset, que “El mayor crimen está ahora no en los que matan, sino en los que no matan, pero dejan matar”. No obstante, cabe cuestionarnos: ¿no es mayor crimen otorgar licencia para matar?].
En realidad, pocos recuerdan ahora lo que marcó toda una época en la que el ejercicio de las funciones de Ministerio Público provocaba miedo y aterrador silencio. Eso tiene una razón de ser y es el cambio que se empezó a percibir a la llegada de Petronilo Díaz Ponce Medrano. La confianza se otorga con facilidad y con la misma facilidad se pierde.
Cuando la confianza se pierde, reconstruirla exige un trabajo de proporciones titánicas. Esa confianza se ha empezado a recuperar, no de manera absoluta. La gente sabe que confiar es bueno, pero también sabe que desconfiar es más bueno. Esa confianza ciudadana en la institución, se ha recuperado de manera paulatina, pero de forma creciente.
Con un trabajo discreto, el fiscal general del Estado se ha convertido en pieza clave de la cruzada contra la corrupción que encabeza el Gobernador de Nayarit, Miguel Ángel Navarro Quintero. Sin bombos ni platillos, la gente empieza a ver como salen a relucir actos de corrupción, unos aparentemente cobijados por la ley y otros francamente al margen de la misma.
Han salido a relucir casos de corrupción, de abusos, de ataques directos a los derechos humanos, cometidos por un grupo de personas dirigidas por quien hoy se encuentra preso. En otros casos, posteriores a esa época de terror, la mano dura de la ley ha caído sobre las testas de quienes abusaron de la confianza que se depositó en ellos.
Las redes de corrupción que se tejieron, a veces una sobre otra, en la región de Bahía de Banderas y Compostela, han sido puestas al descubierto por el comprometido gobierno transformador de Navarro Quintero. En ese escenario, la Fiscalía General ha consolidado procesos que muestran los alcances de una corrupción que enriqueció a unos cuántos de manera ilegal y qué a otros, de la misma manera, dejó en la miseria o en el desamparo, o ambas cosas.
La institución fue utilizada como instrumento de venganzas, para el despojo de bienes, para generar el terror y para realizar actividades ilícitas con la cobertura aparente de la legalidad y la institucionalidad. Eso no se olvida, pero se ha logrado recuperar el respeto, la confianza en la institución. No de manera absoluta, procede insistir. No de manera incondicional, no de forma definitiva y por vez última.
La confianza de los ciudadanos en sus instituciones, se debe ganar de manera permanente. La gente no deposita su confianza de manera absoluta y para siempre, pues la experiencia le dicta que no puede ser de otra manera. ¿Cómo se gana la confianza de los ciudadanos? La confianza se gana con hechos, con actos de justicia, con el combate a la impunidad.
El fiscal general, Petronilo Díaz Ponce, solamente es parte de un equipo que posee un liderazgo claro e inobjetable, el de Navarro Quintero. Una parte de las indagatorias se han realizado en otras esferas del poder público, otros más han contribuido a generar la armonía institucional garantizando una gobernabilidad democrática. El Poder Judicial se ha ceñido a ese mismo liderazgo y a un mando que se muestra firme, claro, contundente y sin titubeos.
Cierto es que la Fiscalía solamente es parte de una maquinaria contra la corrupción y contra la impunidad. No obstante, es pieza clave que garantiza el respeto a la ley y no la subordinación a intereses inconfesables. La Fiscalía no actúa en actos de venganza, sino en actos que llevan a la aplicació0n de la ley y al apego a la justicia.
Para lograr la credibilidad, la confianza social, se ha debido hacer un trabajo de enormes proporciones. Recordemos siempre que el poder dimana del pueblo y que se instituye para su beneficio. Por eso, la confianza de los ciudadanos debe ver en los actos de gobierno, actos de justicia, no venganzas, no revanchas, no paredones. Y en efecto, eso es lo que la gente observa, por lo que la confianza se restablece poco a poco y nunca de manera definitiva y última.
El Fiscal General del Estado Petronilo Díaz Ponce, debe decirse, ha sido pieza clave en esa restauración de la confianza ciudadana. Ha mostrado cualidades profesionales y personales. Esas cualidades profesionales tienen que ver con su formación familiar, con su trayectoria de vida. Estamos ante un profesional del derecho, con alta responsabilidad institucional, que exige resultados y apego estricto a la ley.
Lograr el cambio radical de la percepción pública en el caso de la Fiscalía estatal, ha exigido vencer un elevado coeficiente de adversidad. Transitar del periodo del terror a la condición actual, una etapa de confianza restablecida y condicionada, ha reclamado la presencia de figuras profesionales, expertas, aunque, sobre todo, respetables. Ha exigido la realización de una tarea discreta, pero contundente.