Mi hija mayor fue experta en lograr lo que se proponía. Preparatoriana, me vio pensativo por su primer viaje sola. “Regresaré llena de preguntas”, me dijo y puso en mis manos un hermoso texto de Galeano: “El joven Charles Darwin no sabía qué hacer con su vida. El padre lo estimulaba: –Serás una desgracia para ti y para tu familia. A fines de 1831, se fue. Regresó a Londres después de cinco años de navegaciones por el sur de América, las islas Galápagos y otros parajes. Trajo tres tortugas gigantes, una de las cuales murió en el año de 2007, en un zoológico de Australia. Volvió cambiado. Hasta el padre se dio cuenta: –¡Tu cráneo tiene otra forma! No sólo traía tortugas. También traía preguntas. Tenía la cabeza llena de preguntas”.