A celebrar a los muertos

0
1088

Salvador Cosío Gaona

Sin duda, en México la muerte es motivo de celebración: coloridos altares, panteones iluminados, calles tapizadas de anaranjado con la flor de cempasúchil, comida, bebida, música, calaveras y catrinas, todo esto para honrar la memoria de los que ya no están. Un buen distractor para los mexicanos a quienes les viene bien la celebración en un contexto de polaridad, de desánimo, de tristeza y preocupación por lo ocurrido a nuestros hermanos guerrerenses que lo están pasando muy mal después de la devastación y desolación que dejó el paso del huracán Otis.

 El Día de Muertos es una tradición emblemática de la cultura mexicana. En 2003, la UNESCO la declaró Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. ¿Cuál es el origen de esta celebración?

El culto a la muerte

Cada sociedad afronta la muerte de maneras diferentes pero los mexicanos lo hacen de una manera muy particular. Son varios días de fiesta y ritual para recordar a seres queridos y familiares cuyas almas, según la costumbre, vuelven por una noche a compartir con el mundo de los vivos. Todo comienza a finales de octubre, pasando por el 1 de noviembre, dedicado al alma de los niños, para terminar el 2 de noviembre, recordando el espíritu de los adultos.

 Y para recordarlos y recibirlos en su regreso al mundo terrenal para compartir con los vivos se montan altares llenos de colores, sabores y olores: flores de cempasúchil, calaveras de azúcar y chocolate, pan de muerto, agua, velas, fruta, vino, mole y toda la comida y bebida favorita de nuestros antepasados.

El Día de Muertos tiene su origen en las raíces indígenas de las culturas autóctonas de Mesoamérica, según los historiadores, para fusionarse con las creencias católicas y dar lugar a una festividad que sigue evolucionando con el paso del tiempo.

 El culto a la muerte era común entre las culturas prehispánicas. Cuando alguien moría era enterrado envuelto en un petate y sus familiares organizaban una fiesta con el fin de guiarlo en su recorrido al Mictlán. (Según el Gran Diccionario Náhuatl, mictlan significa “infierno” o “lugar de muertos”, adonde llegaban los fallecidos por muertes naturales o comunes después de un proceso que les tomaba cuatro años).

 Los pueblos prehispánicos también colocaban ofrendas (comida que les gustaba, flores de cempasúchil que iluminaban su camino, entre otras) en sus rituales. Para estas culturas la muerte era parte de un ciclo y el destino de los muertos estaba marcado por la forma de vida que tuvo la persona.

 Con la llegada de los españoles, se incorporaron otros elementos y prácticas que son un reflejo del sincretismo entre dos culturas: la cosmovisión de los pueblos indígenas y las creencias religiosas del catolicismo.

“Los europeos pusieron algunas flores, ceras, velas y veladoras; los indígenas le agregaron el sahumerio con su copal y la comida y la flor de cempasúchil (Zempoalxóchitl)”, dice el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (Inpi) de México.

 El historiador Héctor Zarauz, autor del libro “La fiesta de la Muerte”, resalta otros elementos que se fueron sumando durante la conquista.

“Las cruces, que son representaciones del catolicismo, o algunas bebidas que se añaden a la ofrenda para los muertos, bebidas destiladas que no existían antes. Como tampoco lo que es hoy muy tradicional, el pan de muerto, ya que entonces no existía la harina”, señaló el historiador.

 Otra forma del festejo tiene que ver con las llamadas “calaveritas” que, como cuenta a CNN el historiador Alejandro Rosas, surgen a finales del siglo XIX y van de la mano de las ilustraciones que publicaba José Guadalupe Posada, a quien se le atribuye la creación de lo que hoy se conoce como “La Catrina”, el símbolo más reconocido dentro y fuera de México del Día de Muertos.

 A las ofrendas y las visitas a los panteones se han ido sumando otras prácticas en los últimos años que reflejan cómo ha ido evolucionando esta fiesta generación tras generación dando lugar, como señala la Unesco, a expresiones populares diversas con “diferentes significados y evocaciones de acuerdo con el pueblo indígena, comunidad o grupo que las llevan a cabo, en el campo o en la ciudad”.

 Quizá el ejemplo más globalizado de esta evolución sea el multitudinario desfile de catrinas que se lleva a cabo en la Ciudad de México después de que la película “Spectre”, de la saga James Bond, presentara una puesta escena de una visión folclorizada del Día de Muertos.

Ofrendas

El elemento central del Día de Muertos son las ofrendas o altares.Estos altares no solo son una muestra de cariño y recuerdo hacia los que ya no están, sino también un compendio de simbolismos y tradiciones. Aunque cada región de México tiene sus particularidades, algunos elementos son comunes y esenciales en la mayoría de las ofrendas.

 Hay 10 elementos que comúnmente se colocan en las ofrendas:

Fotografías de los difuntos: Son el centro de la ofrenda y sirven para recordar a los seres queridos que han fallecido.

Velas o veladoras: Representan la luz que guía a las almas en su camino al mundo de los vivos y en su regreso al mundo de los muertos. Cada vela puede simbolizar un alma difunta, y una vela adicional se enciende por el alma olvidada.

Papel picado: Tradicionalmente de colores brillantes, representa la alegría y la celebración, además del viento y la naturaleza efímera de la vida.

Copal e incienso: Se utilizan para purificar el lugar y para que el humo eleve las oraciones y pensamientos hacia los difuntos.

Flores de cempasúchil, cuyo color vibrante y aroma se cree que guían a las almas hacia la ofrenda.

Comida y bebida: Se ofrecen los platillos y bebidas favoritas de los difuntos para que puedan nutrirse con la esencia de estos alimentos. Es común ver tamales, moles, frutas, pan de muerto y bebidas como atole o tequila.

Un vaso de agua se ofrece para saciar la sed de las almas después de su largo viaje desde el mundo de los muertos.

Calaveritas de azúcar o chocolate: Estas representan a la muerte de manera amistosa y simbolizan el dulce recuerdo de los seres queridos.

Cruz de cal: Simboliza los cuatro puntos cardinales y se utiliza para orientar a las almas en su camino.

Objetos personales y juguetes: En la ofrenda se suelen colocar objetos personales del difunto y, en el caso de niños, juguetes para su disfrute y recuerdo.

“Las ofrendas, con sus múltiples ingredientes y significados, son el centro de esta tradición, mostrando que, aunque la muerte es inevitable, el recuerdo y el amor trascienden. En cada elemento, en cada color, en cada sabor, se halla la esencia de un México que abraza su historia, sus raíces y su inquebrantable vínculo con la vida y la muerte”.

 Opiniónsalcosga23gmail.com

@salvadorcosio1

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí