Por Ernesto Acero C.
El perfil idóneo de los candidatos en el escenario electoral, es el de las buenas personas. En política, una buena persona es la que sirve a los demás, no la persona que se sirve de los demás. Ejemplo de personas que poseen vocación de servicio, los tenemos en el ámbito local y nacional. Menciono dos nombres que pueden generar amores y odios a la vez: Andrés Manuel López Obrador y Miguel Ángel Navarro Quintero. Amados u odiados, es indiscutible que ambos, con cargo y sin cargo, han procurado ser útiles a los demás y así lo han mostrado a lo largo de sus vidas.
Los que suponen que la política es hipocresía, mentira y traición, juzgan como viven. La política es verdad, es lealtad, es honestidad. Las personas que se conducen con verdad y lealtad, hacen política y son buenas personas. Las buenas personas no solamente caben en el escenario político, sino que lo definen. En la actual coyuntura esas buenas personas merecen oportunidades en la contienda electoral.
Ahora, las siglas de Morena, al lado del PT y del PVEM, están frente a la oportunidad y el desafío de consolidar el proceso transformador de México. Eso obliga a esa alianza a definir un perfil claro de sus propuestas en las próximas elecciones. El perfil de sus candidatos no debe obedecer a una estrategia radicalizada, sino a una estrategia que ratifique la voluntad de cambio en dirección al bienestar general.
¿Cuál es el perfil idóneo de un representante popular? Una respuesta puede ser muy teórica u alejada de la realidad. Otra respuesta puede ser igualmente soportada en lo teórico y apegada a la realidad. Ante esa disyuntiva, prefiero la segunda opción, que mezcla teoría y praxis política.
En ese orden de ideas, se requiere partir de al menos dos premisas. Una de ellas, la retomamos de José Vasconcelos. Conocido también como “El Maestro de la Juventud de América”, confesaba creer más en las personas que en los programas: “Creo más en los hombres que en los programas. Mi programa consistía en seguir a Pericles, uno de los pocos gobernantes decentes que ha tenido la humanidad”. Los programas hasta ahora han sido documentos que solamente sirven de relleno en formalismos burocráticos.
Por su parte, uno de los dos grandes soles que iluminaron el cielo de México en el siglo XX, don Octavio Paz, en entrevista con don Julio Scherer concluía que los politólogos no se habían cuestionado sobre la inexistencia de partidos políticos en México. Como muestra de esa evidencia de ausencia, sostenía que “Si los hubiese, Reyes Heroles no habría tenido necesidad de inventar la actual reforma política”. Se refería Paz a la reforma política reyesheroliana que abrió las puertas a comunistas y extrema derecha en 1977 y a varios legisladores nayaritas a la LI Legislatura. (De manera destacada cabe mencionar los nombres de Emilio González por el PRI, así como los de los “pepinillos” Manuel Stephens García, Alejandro Gascón y Sabino Hernández Téllez. Otros –comunistas–: Arnoldo Martínez Verdugo, Gilberto Rincón Gallardo, Gerardo Unzueta Lorenzana, y Pablo Gómez Álvarez).
Menciono en el anterior parágrafo todos esos nombres, porque esa ha sido nuestra realidad. Los grandes luchadores como Campa, Martínez Verdugo o Pablo Gómez, debieron ceder espacios a los tránsfugas del PPS para ver crecer electoralmente a su partido, el PCM.
Ahora, Morena es la expresión más cercana a una propuesta de izquierda. Seguramente que no se debe radicalizar, pero si reafirmar su programa social y su compromiso en la construcción y fortalecimiento del Estado de Bienestar, sobre los cimientos de los parámetros constitucionales.
Partiendo de la premisa que supone la inexistencia de partidos políticos, luego entonces podemos concluir que lo que debemos valorar es el perfil personal de los aspirantes a cargos de elección popular. Hay quienes aspiran a un cargo público para ser “importantes” en la lógica de Ánimas Trujano, el personaje de la película de Ismael Rodríguez. Otros hay más cercanos a lo metálico, que buscan cargos públicos que conciben como forma de enriquecerse.
En el escenario electoral también hay quienes buscan un cargo público para potenciar los resultados de su vocación de servicio. Esos son los perfiles que debemos privilegiar, el de los que a lo largo de su vida sirven a la gente concreta, esa de carne y hueso. ¿Qué se requiere para definir el perfil que conviene privilegiar?:
Uno. Que sume energía al proceso transformador del Gobernador Navarro Quintero.
Dos. Que mantenga los pies en la tierra y conserve su contacto directo con la gente.
Tres. Que no sea improvisado, que conozca de administración pública y manejo político.
Cuatro: Que brille con luz propia, disciplinado y con templanza para no ser manipulado.
¿Cuántos nombres podemos mencionar de quienes han ocupado un cargo público que medio vemos en las campañas electorales y que luego, como por arte de magia, desaparecen tres o seis años? Tenemos ejemplos de diputados, de senadores, de gobernadores, de personas que han ocupado todo tipo de cargos públicos que, tras obtener un cargo, no los volvemos a ver ni por casualidad (caso emblemático y gracioso el de Simón Pintado). No son malas personas, sino que solamente por circunstancias que les han favorecido, llegan a ocupar cargos públicos. Sin carrera política, sin trayectoria de servicio, (en ocasiones) sencillamente se dedican a hacer lo que suponen es su deber, pero alejados de su pueblo, alejados de la gente que supuestamente representan.
Hay quienes llegan al gobierno con las manos en las bolsas y salen del gobierno con las bolsas en las manos. Son los que piensan que el gobierno puede ser la fuente de su riqueza, los que ven la oportunidad para salir de mendigos. Eso todo mundo lo sabe, sin institutos de transparencia, pues el amor, el dinero y lo pendejo no se pueden ocultar. Este aforismo es de todos conocido.
En la escena electoral hay gente buena. Ese es el perfil que se debe privilegiar, el de los que han vivido aquí, el de los que han actuado a lo largo de su vida de manera congruente, con la vocación de servicio que han mostrado en su vida cotidiana. La política no es un muladar. El muladar lo hacen en la política los que buscan cargos públicos para satisfacer sus miserias personales.