Por Ernesto Acero C.
El proceso electoral local ya está en curso formalmente; realmente ya dio inicio desde hace meses. La sucesión presidencial realmente inició en el mismo año de la elección de López Obrador, en 2018. La elección de 2018 significó el fin de una etapa denominada alternancia que había derivado en simplón turnismo. En 2018 fuimos testigos y protagonistas de un golpe de timón de parte de los electores.
La elección de este año puede consolidar una etapa de cambios que tiene en la mira el contenido mismo del Pacto Federal. Votar por Claudia Sheinbaum significará el inicio de una profunda reforma del Poder Judicial, una reforma al sistema electoral, a toda la esfera pública. Significará, en general, el visto bueno popular para una radical reforma a las instituciones con las que se ha suplantado el poder de las personas que se han visto despojadas del poder del que son fuente primigenia. Se trata de una reforma para regresar el poder al pueblo.
El liderazgo de Sheinbaum se verá fortalecido no solamente en la campaña electoral, sino en los próximos años. En 2024, López Obrador no estará en las boletas, pero sí en la campaña electoral, convertido en un pararrayos político. Algo parecido ocurre con la figura de Navarro Quintero, que tampoco va a estar en las boletas, pero sin duda la reacción por sus acciones contra la corrupción estará presente en los debates de la campaña electoral.
La variable López Obrador tenderá a verse reducida, a la vez que se ve crecer constantemente la figura de Claudia Sheinbaum. Las propuestas, el poder de convocatoria y la capacidad de movilización empiezan a colocarse como centro de atención en el proceso comicial en curso.
La variable Navarro Quintero estará presente en la elección concurrente (federal-local). La razón del aserto anterior tiene que ver con el hecho de que el doctor Navarro requiere de reforzar las coordenadas de la transformación que lidera en el estado.
En 2018 y en 2021 ganaron algunos candidatos debido a la influyente imagen de López Obrador o de Navarro Quintero. Eso no debe continuar.
Ahora, la elección pretende ser llevada a un escenario de polarización. A eso le apuestan PAN y PRI. Esa es la razón por la que descarrilaron la candidatura del gobernador de Nuevo León. Eso parece que va a tener un efecto adverso para los intereses de las siglas que representan una propuesta para regresar a un pasado de endogamia y corrupción.
Ahora, para Claudia Sheinbaum lo importante es que construya nuevas alianzas y refuerce las que se han mantenido. Para eso deberá construirse una propuesta incluyente. Dependerá de los perfiles de candidatos a otros cargos.
En 2018, como candidato al Senado de la República, Navarro sumo energía a la campaña de López Obrador. Ahora, numerosos aspirantes de todas las siglas elevan su temperatura desde la arrogancia del cargo que ostentan, pero tienen pies de barro. Ese es un lujo que no debe darse el equipo de Sheinbaum.
De esa manera, la variable López Obrador fortalecerá la campaña de Sheinbaum. La variable Navarro Quintero canalizará votos en favor de Sheinbaum y de candidatos a otros cargos de elección. Se trata de figuras políticas relevantes que influirán positivamente en el ánimo de los electores.
Otros fenómenos políticos serán determinantes en los resultados de 2024. Todos esos elementos adicionales pueden ser confinados en un componente aleatorio. Se trata de una variable estocástica que puede incorporar la influencia que derivaría de las rupturas con ex aliados, la crisis de pagos de fin de año y hasta los perfiles de los opositores.
La ruptura con algunos ex aliados puede significar la atracción de aliados opositores a esos ex aliados que ya eran impopulares. Parafraseando una expresión conocida, solamente para acercarnos a una interpretación de lo dicho, digamos que “El enemigo de mi enemigo es mi amigo”. La crisis de pagos por el que atravesó el estado el pasado mes de diciembre tiene su explicación en el endeudamiento al que fue llevada nuestra entidad y la corrupción que iba de su mano. Deuda y corrupción se asocian en Nayarit con ex gobernantes vinculados con las siglas del PRI hoy asociado con el PAN.
La crisis de pagos que ha vivido el estado recientemente, tiene sus raíces en un pasado de corrupción, de saqueo, de frivolidad e incompetencia. Las siglas asociadas PAN-PRI, son la causa de la causa, son la desgracia de la desgracia.
Un componente fundamental para esperar resultados favorables a Morena, tiene que ver (¡increíble!), con los nombres de quienes sean postulados por el PRI y el PAN a los cientos de cargos en juego. En 2018, el PAN postuló a dos candidatos a la presidencia de la República, a uno por el PAN mismo y el otro por el PRI. Los dos fueron derrotados de manera abrumadora. Ni PRI, ni PAN, aprendieron la lección. Siguen con las mismas prácticas, obteniendo los mismos resultados.
La candidata a la presidencia, postulada por los socios que antes eran irreconciliables “enemigos”, no tiene discurso, no tiene nada que decir. Solamente puede mostrar su odio y el de los que la impusieron. Parafraseando ahora al Bardo de Avon, podríamos concluir que la candidata presidencial del PAN y el PRI es tan solo una pobre actora que, orgullosa, consume su turno sobre el escenario para jamás volver a ser oída. Verdad shakespeariana aplicable al caso: “Es una historia contada por un necio, llena de ruido y furia, que nada significa”.
A la sombra de Morena pueden ganar buenos candidatos, casi sin hacer campaña. Frente a ellos, muchos van a perder hasta haciendo campaña, haciendo ruido furioso. Ese es el desafío de Morena. La profundización del proceso transformador del país, no debe ser juguete de nadie. El análisis de los perfiles debe estudiarse con seriedad, detenimiento y compromiso. El futuro del país está en juego y está en manos de Morena. Morena está en manos de los electores.