Por Francisco Javier Rivera Casillas
En los últimos años ha sido necesario instrumentar una serie de reformas constitucionales y la emisión de leyes secundarias para combatir y sancionar conductas contrarias al derecho por parte de los servidores públicos.
Si pretendiéramos enlistar y hacer referencia expresa a cada una de las citadas reformas y leyes, la relación sería extensa. No es el propósito de la presente reflexión.
La existencia de dicho andamiaje jurídico parecería un contrasentido, sobre todo si partimos de la lógica de que todo servidor público debe ceñirse invariablemente al imperio de la ley; sin embargo, la realidad ofrece contundente evidencia de que ésta regla no aplica en todos los casos.
Lamentablemente la actividad jurisdiccional no es la excepción y es tierra fértil para servidores judiciales que sin ningún valor ético contravienen la ley.
Algunas personas opinan que aspirar a una actuación impecable en cuanto a honestidad invulnerable se refiere es una utopía. Quien asegure lo anterior, parte de una idea equivocada. Medir a todos los servidores públicos con la misma regla no es justo, sobre todo cuando existen dignos ejemplos en diversas áreas del quehacer jurisdiccional.
La conducta ejemplar de la mayoría de los servidores públicos debe ser el aliento e impulso que venga a contrarrestar el desprestigio y la falta de legitimación social. Y es justamente la sociedad que desde afuera percibe y señala si las instituciones encargadas de administrar justicia son dignas de su confianza.
No se trata de ignorar o desconocer el problema; por el contrario, debe combatirse con toda firmeza. Sin embargo, vale la pena destacar que también existen servidores judiciales con ejemplar comportamiento. Por ello, en un contexto donde desafortunadamente prevalece la noticia de corrupción y el ejercicio indebido de funciones, es indispensable enviar un mensaje a la sociedad, un mensaje que trasmita confianza en las instituciones al saber del vertical compromiso y empeño cotidiano de la gran mayoría de servidores judiciales.
La mejor fórmula para revertir una imagen y percepción negativa de las instituciones públicas, es en principio reconocer el problema, y a partir de esa realidad modificarla con acciones concretas; una de ellas es difundir y presentar ante la sociedad, los diversos perfiles de servidores públicos que con sus destacados méritos y trabajo cotidiano contribuyen con su desempeño al digno servicio que merece la población.
Asumir que la población ignora o desconoce lo que acontece puertas adentro de una institución es un error o engaño, hoy en día donde el servicio público está en la lupa del escrutinio social, permite a la ciudadanía conocer puntualmente lo que en realidad sucede.
Una vertiente de la realidad es que nos encontramos en un contexto adverso y poco favorable; así da cuenta a manera de muestra, las variadas inconformidades de justiciables, del foro de litigantes y el registro de servidores públicos actualmente investigados y otros ya sancionados.
La otra vertiente de nuestra realidad es que hoy en día, es al buen servidor público al que le corresponde asumir el protagonismo y reivindicar la valiosa oportunidad de servir a la sociedad.
Debemos ser perseverantes. Por ello, no debe haber ninguna duda que con la contribución y el destacado desempeño del buen servidor público vendrán mejores y nuevos ciclos en las instituciones públicas y el Poder Judicial de Nayarit no debe ser la excepción.
El llamado y convocatoria para privilegiar la buena imagen de toda institución es a esa generación de servidores públicos comprometidos con la honestidad y con su trabajo cotidiano. Debemos visibilizarlos y presentarlos públicamente ante la sociedad, son la gran mayoría y los ubicamos desde la más modesta hasta la más alta responsabilidad. Todas importantes.
Si de prohibir conductas se trata, prohibido desistir y claudicar a la firme convicción de atender con calidad y calidez a la sociedad a la que se debe todo servidor público.
La cita para lograrlo es aquí y ahora. ¡¡Seamos perseverantes!!