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viernes, febrero 7, 2025
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En mala hora te parí, dijo su madre

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“Destruyen más vidas las maldiciones y la falta de cariño de los padres, que no saben que sus hijos necesitamos cariño, amor, comprensión, de un abrazo, de un beso”, narra este joven con gran tristeza

La adicción a las drogas destruye la vida del ser humano que las consume; las causas del porqué un individuo cae en el abismo de la drogadicción son diversas y a veces difíciles de comprender.

Relataremos la historia de Joel, un joven de 19 años de edad que desde los 14 fuma mariguana y consume otras sustancias.  Luce cabello largo y descuidado, sus ropas están desgarradas y su calzado son unos tenis percudidos y sin cintas, en su hombro carga una franela y luce un rosario de madera en su cuello.

Con la mirada perdida y siempre fingiendo una sonrisa, Joel se acerca a los vehículos para limpiar el parabrisas, en los cruceros de la ciudad, por su aspecto de indigente la mayoría de los automovilistas lo rechazan, sin embargo él continua su recorrido entre las filas de los automóviles estacionados que impacientes esperan la luz verde del semáforo hasta lograr su objetivo: en esta ocasión su necedad le dio a ganar 7 pesos.

En entrevista, Joel cuenta que desde niño fue maltratado, despreciado y humillado por su señora madre: “cuando vivía con mi madre, ella me hacía sentir como que yo era una maldición para ella, porque muchas veces me llegó a decir; ‘maldigo la hora en que parí desgraciado’. Además siempre me corría de la casa, sus palabras me dolían hasta el alma, porque esas palabras venían de mi propia madre, yo no conocí a mi padre, dicen que mi padre es dueño de varios camiones del servicio urbano aquí en Tepic, pero yo no lo conozco, mi madre nunca me quiso decir el nombre de mi verdadero padre, pero eso me vale, la falta de cariño de mi padre no me puede, lo que sí me duele son  los desprecios y las palabras que diario me decía mi madre, por eso un día me salí de la casa para nunca regresar”.

Con lágrimas en los ojos, el joven Joel dice que fue en la calle donde probó por primera vez la mariguana: “al salir de casa y recorrer las calles del barrio conocí a unos compas que se la pasaban cerca de las vías del tren, muy  cerca de donde había una lechería, todas las tardes ahí nos juntábamos y  fue ahí  donde probé  por primera vez la mariguana, su sabor y su olor no me agradó, pero de pronto después de aventarme unos toques de motita, me sentí feliz, mis penas y mis sufrimientos como por arte de magia desaparecieron, empecé a reír, me di cuenta que el cielo era azul y las flores de colores, empecé a  sentirme vivo y desde entonces soy feliz… no, no es cierto, no soy feliz, ahora soy  mariguano, no tengo casa, no tengo madre, no conozco a mi padre y no tengo una cama donde dormir… pero prefiero vivir en la calle que regresar a casa  y seguir escuchando las maldiciones de mi madre”, dice muy triste.

Es cierto, reconoce,  que las drogas destruyen: “pero yo creo que destruyen más vidas las maldiciones y la falta de cariño de los padres que no saben que sus hijos necesitamos cariño, amor, comprensión, de un abrazo, de  un beso, aquí donde me ves parado… todos los días la gente me desprecian, los automovilistas me ofenden y me tratan con indiferencia, pero no me importa, porque cuando en la vida te tratan mal, llega el momento en que como humanos nos sentimos como perros de carnicería; dejamos de sentir las patadas que día a día nos dan los carniceros, huy mi hermano, pero si andamos mariguanos sentimos menos el dolor, es más, llega el momento en que los madrazos que nos da la gente los sentimos como si fueran caricias”, concluyó el entrevistado con una sonora carcajada por lo último dicho.

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