Nayaritas del Centenario

Nací en Santiago Ixcuintla, en mil novecientos cuarenta y cuatro, biológicamente el día once pero legalmente el día doce de marzo. No había luz y se hacían las actas a mano, la gente más o menos sabía leer y escribir. Yo creo que la señorita escuchó mal a mi papá y me registro el día doce; así que yo festejo el día once, el doce me la curo y me la vuelvo a curar el día trece. En Santiago viví muy chamaco, mi abuela tenía muchas tierras allá y un hermano de mi papá era el que las administraba y las sembraba. Santiago quiso mucho a mi abuela y mi bisabuelo, tuvieron una fábrica de hilados, La Fábrica de Hilados y Tejidos de Santiago Ixcuintla. En mil ochocientos sesenta y cinco el presidente del consejo era mi tatarabuelo, Nicolás Pérez, y el comisario era mi bisabuelo Nicolás Pérez, los consejeros eran puros hijos de él. La función era despepitar el algodón, hacerlo manta y tela, y exportarlo. Entonces el algodón valía más que el henequén, Santiago Ixcuintla era la Costa de Oro de Nayarit porque era muy rica la agricultura y la producción era muy rentable. A Tepic llegué de cuatro años. Yo no hice kínder, fui de los que inauguraron el Colegio Cristóbal Colón. En mil novecientos cuarenta y nueve entré al primer año y ahí mismo realicé mi secundaria. Siendo un niño de catorce años me mandan a Guadalajara, en donde me recibo de la Universidad de Guadalajara en mil novecientos sesenta y siete, de veintitrés años. Me debí haber recibido de veintidós, pero perdí un año en la carambola, en el pool y en el dominó, fui campeón y perdí un año de prepa. En julio nos fuimos Ricardo Llanos, Manuel Rodríguez Naya y yo a trabajar a México a un despacho de contadores públicos a hacer auditorias. Yo me regreso en el sesenta y ocho porque la verdad no aguanté la ciudad, la muchedumbre me pone de nervios. Como a los tres meses me encuentro a Álvaro Navarro, que estudió en la Universidad de Guadalajara y pusimos un despacho de contabilidad y auditoría. Se llamó Echevarría, Navarro y Sánchez. Lo hicimos porque veníamos de un estado muy pujante, llegamos a Nayarit y no había cultura de administración en los empresarios. Nuestro primer cliente fue Justino Ávila Arce, vecino mío de puerta a puerta que después, cuando yo fui gobernador, él fue presidente municipal. Fuimos muy amigos desde chamacos, él tenía Lunas y Cristales ahí por la Prisciliano, lo organizamos y empezó a crecer. Tuvimos la suerte de tener muy buena imagen y a los dos o tres años llegamos a tener más de setenta clientes. En el setenta y dos me nombran gerente general de la Embotelladora del Nayar, una embotelladora que nació en el cincuenta y tres siendo socio mayoritario Guadalajara y minoritario mi tío Joaquín, mi papá, mi tío Nicolás y mi tía Nena. Me hacen gerente y se compra el sesenta por ciento. Yo ya tenía la idea de desarrollar el Rancho de los Pérez, lo que ahora es Ciudad del Valle. Desarrollamos el fraccionamiento con tecnología diferente; fue el primero que tuvo agua potable, electricidad, concreto hidráulico y que estuvo registrado en catastro. Se pagaron los impuestos, se donó lo que exigía la ley para escuelas, para mercados y para iglesia, tuvimos bastante éxito. Ahí nace Grupo Álica, el día doce de junio del setenta y dos, con la Embotelladora del Nayar y con Promotora de Inversiones del Nayar. Cumplimos ya cincuenta años. Yo siempre fui una persona muy inquieta, me junto con Álvaro cuando Nayarit era un estado alejado del desarrollo. Nayarit estaba estancado y las empresas que existían eran muy pequeñas. La embotelladora entonces tenía ciento diez trabajadores, ahorita el grupo tiene casi seis mil y Coca Cola tiene dos mil novecientos. Hemos crecido, pero hemos modificado muchos sistemas de control, de reparto, premios a los trabajadores, sistemas de concurso, tecnología moderna como la que se está usando, pero lo fundamental fue el equipo que hicimos, nos tuvimos confianza. La economía y la política deben de ir de la mano, yo siempre quise ser tesorero, veía los presupuestos de ingresos y me daban pena, estaban mejor los que hacíamos en la secundaria. Yo de treinta y un años, don Rogelio (Flores Curiel) me invita de tesorero. La primera computadora que se compró en Nayarit la compramos en el gobierno porque yo le convencí a don Rogelio, fue una IBM que costó un millón cien mil dólares. Hicimos un cambio radical en el gobierno. Llegamos y modificamos la Ley de Hacienda que era de don Gilberto Flores Muñoz, de mil novecientos cuarenta y seis. López Portillo creó el Instituto Nacional de Administración Pública y a mí me hizo vicepresidente, decía él que el problema de México era la mala administración. El país gasta más de lo que recauda y por eso estamos tronados. Salimos de la administración y pues se me metió el cáncer, la política es como un cáncer. Mis amigos me dieron cuerda y pues entramos a participar. Fui gobernador en un estado cien por ciento priista, esa cultura estaba arraigadísima. Tuve la oportunidad de hacerme amigo del presidente Vicente Fox, con él construimos tres universidades tecnológicas. Se creó la de Bahía de Banderas que tenía como objetivo preparar jóvenes para el turismo. El desarrollo y el futuro de Nayarit está en los doscientos ochenta y nueve kilómetros de litoral que van de Bahía de Banderas a Novillero, pero necesitamos gente formada. En Santiago hicimos la Universidad de la Costa con el ánimo de formar profesionistas para que puedan trabajar el campo, ha tenido un gran éxito, las tierras de Santiago son las mejores de la República en productividad y están ociosas. Otro logro fue la carretera del crucero de San Blas a Escuinapa y la introducción de la luz en la sierra, Fox me ayudó. Estoy convencido que los pueblos que han triunfado han tenido buena educación y han aprovechado la cultura. De las utilidades que íbamos teniendo en la empresa donábamos un porcentaje a la cultura. Tenemos una escuela de música para niños, una rondalla, acogimos al ballet y apoyamos a un mariachi que llegó aquí hace diez años. La cultura es todo lo que produce el hombre para su beneficio, le hemos entrado y le vamos a seguir entrando. Empecé de chícharo, de ayudante de contador, empecé con inventarios, lavando botellas, conociendo el almacén de llenado, conociendo el control de calidad, eso es lo más importante y por que le empiezas a tener cariño. Ganaba el salario mínimo y me ajustaba más que ahora en mil novecientos sesenta y uno, ganaba setecientos cincuenta pesos, el poder adquisitivo era muy bueno. Me enamoré del trabajo, tenía mucha pasión. Empecé a cambiar sistemas y tener muy buena relación con el sindicato. Puedo presumir que no hemos tenido ni una huelga, jamás. Estoy empezando a integrar a mis hijos y nietos como yo empecé. Espero que les guste ser empresarios pero que entiendan que la empresa es un organismo social y económico que como objetivo fundamental es crear desarrollo, estoy convencido de que lo único que acaba con la pobreza es el trabajo.

Antonio Echevarría, 78 años.
Empresario
Él es #nayaritadelcentenario

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