Por Oscar González Bonilla

En la zona de La Cantera, fraccionamiento Olimpo, complejo habitacional en zona de la ciudad de Tepic, se ubica el crematorio para animales. Es tan eficiente el servicio, apunta Arturo Camarena Meza, su propietario, que el edificio cuenta con sala de velación, cafetería y refrescos.

Narra que surgió la idea de instalar crematorio cuando se le murió su perrito. De momento no supo qué hacer con el cadáver del animal, pese a ser empleado de funeraria. Por tal motivo, a Arturo Camarena Meza se le ocurrió darle sepultura en el panteón, aunque reconoce que está prohibido.

Durante su permanencia en la funeraria Emaús de Culiacán, Sinaloa, la empresa adquirió un horno crematorio. “Se me vino la idea: por qué no lo hago más chiquito. Mediante la observación, estudios de ingeniería y asesoría pude en un segundo intento construir el crematorio para mascotas”.

Permítase una disgregación que rompe por completo con la estructura formal del género entrevista, pero a mi parece interesante darla a saber. Asumo las consecuencias.

Un buen día por la mañana me llamó mi estimado amigo doctor Arturo Camarena y Flores para solicitarme entrevistara a su hijo del mismo nombre, pero con apellidos Camarena Meza. Con mucho gusto. Enseguida mencionó el número de teléfono celular para que me comunicara con su hijo. Así lo hice y acordamos encontrarnos en el café Diligencias de la avenida México en Tepic, sin conocer detalles sobre tema de la entrevista.

Después de más de 30 días de autoencierro en obediencia a los dictados de salud para evitar contagio de covid19, convertido en pandemia, salí de mi casa y por la inmovilidad sentí que cambié hasta el modito de andar. Avancé una cuadra cuando cerca de mí se paró un taxi. Me acerqué, pero de momento no conocí al conductor porque traía cubrebocas. Enseguida con sorpresa vi que era mi amigo Ignacio Palacios, hijo de doña Aurora que por más de 30 años tuvo puesto de periódicos, revistas y otras chucherías en el portal Menchaca, al lado de la plaza principal de la ciudad. A dónde vas, me preguntó. Al Diligencias. Súbete.

Llegué antes de la hora citada. Aunque sólo venden café para llevar, pedí me dieran oportunidad de ocupar pequeño espacio de una mesa –tenía sillas sobre la misma- para en quince minutos realizar la entrevista. Mientras tanto ordené un café que me entregaron en envase desechable.

Al presunto entrevistado no conocía. Me dispuse a esperar entretenido en la revisión del celular. Pasado poco tiempo observé la entrada de una pareja, ambos portaban cubrebocas. El hombre se dirigió a la encargada del negocio –seguramente para preguntar por mí-. Acto seguido vino conmigo. Se sentó frente a mí. Asumí que haría tiempo para que le sirvieran su café y luego retirarse. Su esposa ocupó un lugar de sana distancia.

No me pasaba por la mente tan siquiera que el visitante fuera el hijo del doctor Camarena. Todavía en ese momento portaba en su lugar el cubrebocas. Comencé a platicar con él considerándolo uno más de las personas que sin yo conocerlas logran conversación conmigo, lo cual, en el citado café, al que soy cliente asiduo, ocurre con alguna frecuencia.

Varios fueron los temas, sobre todo de casos que ha originado la pandemia. Hablé sobre el motivo de mi presencia en ese lugar, cuando por sus dichos alerté que era él a quien debía entrevistar. Enseguida del descubrimiento ofrecí disculpas por haberle dado el trato de indiferencia. Apenado –hasta desbordé el vaso de café por un torpe movimiento- pedí iniciáramos la entrevista, durante la cual me sentí totalmente desencanchado. A pocos minutos me di cuenta que la grabadora dejó de funcionar porque se había agotado la batería, pero a tiras y tirones salí adelante.

– ¿Tiene clientela el crematorio para mascotas?

-Mucha. Mucha. Hay una señora que tiene como veinte perros y se le muere uno cada tres semanas y nos lo manda.

Arturo Camarena Meza de 52 años de edad considera haber ganado reputación porque durante 16 años ha ofrecido servicios profesionales de sanidad, pero además en Tepic es única institución en su género.

A pregunta expresa define es mayor el número de perros que incinera, la cifra va de nueve a uno, es decir, nueve perros y un gato. Pero asegura que además le han llevado hurones, tortugas, faisán…” una vez me trajeron una mascota que no sabía ni qué era, pero creo que era un puma”.

La negociación denominada El Arca/Pet Funeral con servicio a domicilio y en sus instalaciones previa cita, contribuye con la Perrera Municipal al otorgar precio especial, pero además ha desarrollado convenio con diferentes médicos veterinarios de la ciudad.

El cobro es según el peso del animal muerto. Por un kilo neto la suma es de 800 pesos, y en adelante se agregan cien pesos por cada kilo hasta llegar a diez. Más allá de ese peso, aumenta 50 pesos por kilo. Ha cremado animales con peso de hasta 60 kilos. Con base en ello calcula que el pago oscila entre dos y tres mil pesos.

Arturo Camarena Meza no está de acuerdo con mi aseveración de que es un servicio sólo para personas económicamente pudientes. Tiene la experiencia de que gente de clase media o menos recurren al crematorio para mascotas cuando la necesidad apremia. Incluso ha puesto en práctica un plan previsor, “es decir, recibo abonos cada quincena antes de, porque cuando muere el perro no tienen lana”.

Hace explicación de cuando el servicio es a domicilio: “Me llevo mil bolsa negra, los embolso, los entamalo y los llevó al negocio. Y es así porque hay dueños de perros que cuando están vivos los quieren mucho y hasta los besan en la boca, pero cuando fallecen ya no los quieren ni agarrar”.

Al contrario, sostiene Camarena, al término de la incineración y la entrega de las cenizas en pequeña caja, hay personas que en velación se quedan en el local dos o tres horas y hasta lloran por la mascota muerta.

De profesión Optometrista, Camarena Meza durante los catorce años en su nueva actividad ha ubicado su negociación El Arca/Pet Funeral/Crematorio de Mascotas en diversos puntos de la ciudad, entre ellos Las Brisas, donde permaneció tres años hasta llegar a La Cantera, donde hoy se encuentra.

Narra que ha tenido dificultades con las diferentes dependencias de los tres órdenes de gobierno, pero sostiene que con firmeza han sabido defender la empresa su esposa y él. SEDUE es quien pone la mayor objeción al reclamar que el crematorio no debe ubicarse en zona habitacional, exige el perímetro o la aplicación de la distancia.

“Los vecinos no quieren un crematorio cerca de ellos. Se les hace cochino, se le hace feo. Para revisión de mi negocio cada año viene de Guadalajara una empresa del ingeniero Roberto Sandoval Rojo para monitorear las emisiones a la atmósfera. Comprueba que no contamino. Sencillamente porque mi horno tiene un sistema de oxidación térmica, o sea, que los gases y los humos se oxidan, no salen. Sale puro aire caliente, no se ve humo, no se ve nada. No huele, no nada. Como lo he demostrado ante las autoridades, me avala mi certificación para seguir trabajando”.

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