de las mujeres
Por Ernesto Acero C.
Ha sido una etapa de cambios en la arquitectura normativa. En Nayarit, las mujeres han logrado dar pasos de la mayor importancia y significación en los años recientes. No obstante, no a todas las mujeres les va bien. Los avances han servido esencialmente a las mujeres que sean dedicado a la esfera gubernamental en alguna de sus expresiones. Las mujeres que se dedican a trabajar en el hogar, en las oficinas, en la escuela, en el mercado, en la fábrica, esas siguen en las mismas condiciones en esa etapa.
En Nayarit, al menos, hay dos mundos para las mujeres. Un mundo elitista es el de las mujeres privilegiadas con un cargo como diputadas, como presidentas, regidoras, etc. Otro mundo, mayoritario, es el de las empleadas domésticas, el de las obreras, maestras, etc. Las élites se llenan la boca y los bolsos de marca, con el discurso en favor de la mayoría y con el dinero que les reditúa.
Lo anterior se observa en los niveles de violencia hacia la mujer. Esa violencia originó que, en agosto de 2017, hace cinco años, fura declarada una Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres (AVGM). Existen indicios que nos muestran lo inútil de esa alerta, por lo menos para las mujeres que se ganan la vida con un esfuerzo diario, con sacrificio.
En este último lustro, los avances que favorecen a la mujer han significado que en el Poder Legislativo la Comisión de Gobierno sea presidida por una mujer, que el Poder Judicial sea presidido por una mujer y qué en la Rectoría de la Universidad Autónoma de Nayarit, el cargo haya recaído en una mujer.
En contraste, la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres (CONAVIM), podría ampliar a cobertura de la alerta declarada en 2017 y que impactaba en la mitad de los municipios del estado: Bahía de Banderas, Del Nay, Santiago Ixcuintla, Tecuala, Tepic, La Yesca y Huajicori. Cabe enfatizar que para el caso de Del Nayar, La Yesca y Huajicori, se determinó la necesidad de realizar acciones específicas dada la presencia de amplios sectores poblacionales indígenas.
En 2017, prácticamente al finalizar el gobierno encabezado por Roberto Sandoval Castañeda, fue declarada la alerta. En esas condiciones dio inicio la siguiente administración. Ahora, a casi un año de haber iniciado el gobierno del doctor Miguel Ángel Navarro Quintero, podría ser declarada una alerta que cubriría a los 20 municipios de la entidad.
El reto en esta materia, para la administración que preside Navarro Quintero, es de proporciones colosales. En realidad, el desafío ya era enorme desde el principio. La razón de la aseveración anterior, tiene que ver con los indicadores demográficos de la alerta declarada en 2017. En ese año, la alerta involucraba a la mitad de los municipios del estado, pero a casi el 72 por ciento de la población en el estado (84,702 habitantes, conforme al Censo 2020 de INEGI).
La declaratoria parcial de 2017 realmente era un hecho grotesco, por decir lo menos. Lo fue dado que resulta absurdo, trágicamente risible, suponer que la violencia que originó la alerta se reduce geográficamente a esos municipios. Eso implicaba suponer qué, del libramiento hacia el municipio de Xalisco, la violencia hacia la mujer sería inexistente, y que a unos cuantos pasos la alerta era necesaria dada la gravedad del fenómeno. Lo anterior, tan solo por citar un ejemplo y considerando que la alerta involucraba a Tepic, pero no al municipio de Xalisco.
Es casi seguro que la alerta será declarada para toda la entidad. Eso podría tener una lectura de responsabilidades gubernamentales. En esa lectura, el gobierno de Sandoval y el de Echevarría, cargarían con las mayores responsabilidades por no haber logrado que la alerta fuera eliminada o por lo menos, que no hubiese evolucionado hasta cubrir a todo el territorio del estado. No debe ser así, me parece.
Esa sería la lectura más cómoda, pero también la más simplona. El fenómeno de la violencia que se ejerce contra las mujeres, tiene profundas raíces culturales, institucionales y estructurales. En Nayarit, la sociedad patriarcal predomina y se resiste al cambio. La violencia es una de las manifestaciones de esa resistencia.
Esa sociedad patriarcal, en Nayarit, se alimenta de una ideología conservadora. Esta es la razón de la intolerancia hacia todo cambio que atente contra las tradiciones, por más que esas sean injustas, inhumanas. Esa resistencia también se expresa en intolerancia hacia manifestaciones abiertas de la libertad individual. La resistencia al reconocimiento de los derechos de las personas, se expresa de diversas maneras y una de ellas, violenta, es la discriminación.
La Ley Fundamental reconoce igualdad de hombres y mujeres. Reconoce el derecho de que un hombre se reconozca como mujer o que una mujer se reconozca como varón o, como decía Vasconcelos, en su expresión asexual.
Muy a pesar de lo que dicta nuestro Pacto Federal, la sociedad patriarcal asigna roles específicos que definen sexo y género. No es lo mismo uno y otro, aunque eso no lo reconozcan de manera intolerante quienes ven genitales en el género. El deber ser es la Constitución; el ser, es la realidad que todos vivimos. Una realidad que tiene matices, pues la élite de mujeres que se desempeñan en la esfera pública, vive en una burbuja que no tiene nada que ver con la realidad, con la vida que deben hacer, la mayoría de las mujeres de a pie.
Esa sociedad patriarcal ya resulta injusta para todos. Al hombre, que vive la mayor parte de la violencia originada por el crimen, el patriarcado le asigna el rol de proveedor, que además se dificulta en un entorno de crisis recurrentes. La mujer, a la que el patriarcado le asigna el rol de “cabeza de los niños y de las aves de corral”, se le desprende de sus roles tradicionalmente patriarcales y se le arroja al mercado laboral con innumerables desventajas. Me refiero a esas mujeres que deben sostener a una familia, que deben dedicar su vida al trabajo, no a esas mujeres que ostentan cargos que les significan millonarias sumas de dinero.
La sociedad patriarcal se muestra intolerante también a expresiones como las manifestaciones vitales de la comunidad LGBTQ. Los crímenes de odio son quizá más numerosos que los que se cometen contra la mujer en términos de feminicidio, no de femicidio.
La violencia es la peor manifestación de rechazo al cambio. Una de esas formas de violencia es la discriminación, por el color de piel, por la apariencia, por la situación económica de las personas, etc. Esa discriminación se manifiesta en buena medida en el caso de las mujeres, pero nadie escapa de esa calamidad.
Frente a esa condición social, ante los daños enormes que origina un patriarcado en decadencia, resulta irrisorio usar el “lenguaje incluyente” como fórmula mágica para resolver los males que derivan de esa decadente institucionalidad.
El lenguaje incluyente, por su contenido metodológico binario, es excluyente per se. El lenguaje “incluyente” divide al mundo en dos, a partir de un criterio puramente genital. Así, el mundo es de ellos y de ellas. Así, el mundo del “lenguaje incluyente”, excluye a quienes se resisten a entrar en una de las dos cajas en las que clasifica al mundo. Es absurdo, grotesco, injusto, dividir a una sociedad en mexicanos y mexicanas. Ese pensamiento binario y por tanto simplón y silvestre, debe ser abandonado a su suerte y promover, en su lugar, una revolución lingüística que no discrimine., que no invisibilice.
Es en ese contexto en el que Nayarit podría recibir la alerta de género para los 20 municipios. La verdad es que no se ha logrado avanzar nada en términos de la igualdad entre hombres y mujeres. Los avances que se registran en la esfera de lo que debería ser público, solamente beneficia a una élite, no a las mujeres que deben vivir y resolver miles de vicisitudes cotidianamente.
Por decreto, no se logrará avanzar ni un ápice en materia de igualdad entre hombres y mujeres y menos en cuanto al reconocimiento de la necesaria igualdad entre seres humanos. Los cambios en la ley solamente han beneficiado a la élite de mujeres que, en su vida cómoda, se alejan de los problemas cotidianos que agobian a la mayoría de las mujeres. A esas mujeres de a pie, la igualdad les urge: a las obreras de la fábrica, de las empleadas en los comercios, de las mujeres que trabajan en el mercado, en las oficinas, en las redacciones de los medios, a esas mujeres, los decretos no les sirven de nada.
La sociedad patriarcal debe ser sustituida por una sociedad igualitaria. Eso no va a ocurrir ni por decreto ni de un día para otro. Los decretos solamente han beneficiado a mujeres que ahora ya son ricas, que olvidaron la miseria de la que provienen. Las soluciones requieren altura de miras y no legislativos palos de ciego. Ya habrá tiempo de recordarles esto. Otra vez.