Apuntes para un modelo alternativo

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Por José Luis Olimón Nolasco

El problema de un disentimiento [un sentir distinto] —sea este concorde o no— como el que expresé en mis “palabras” de la semana anterior en relación con el modelo de la autodenominada 4T, fundamentalmente por su carácter populista —tomado en un sentido muy específico descrito ahí en sus elementos constitutivos— es que acentúa las diferencias y consiste en un ejercicio crítico-deconstructivo, que no muestra el lugar desde el que se lleva a cabo la crítica, ni algún modelo alternativo que se anhele o esboce.

A explicitar ese lugar desde el que creo haber llevado a cabo la crítica al populismo de la 4T y a esbozar un modelo alternativo, dedico las “palabras” de esta colaboración semanal…

En medio de la compleja preparación para la redacción de estas “palabras”, recordé que, con ocasión de las elecciones federales del ya lejano 2012, había hecho uso de una herramienta que, ubicaba las posturas de los candidatos [Andrés Manuel López Obrador, Gabriel Quadri y Enrique Peña Nieto] y la candidata [Josefina Vázquez Mota] a la presidencia de la república en un cuadrante con un eje horizontal —izquierda-derecha— de carácter político-económico [estado-mercado] y un eje vertical —arriba-abajo— de carácter ético-cultural [liberal-conservador] y que, con base en una serie de preguntas, ofrecía la posibilidad de descubrir la postura propia en el panorama político mexicano y su cercanía-lejanía con la postura de quienes buscaban la presidencia, esa que, finalmente, alcanzó Enrique Peña Nieto.

Con la plena convicción de haber guardado los resultados de ese ejercicio, me di a la tarea de buscarla en mi “baúl electrónico”… ¡y la encontré!

De acuerdo con ese ejercicio, mi postura en aquel momento —no creo que haya cambiado demasiado desde entonces— me ubicaba en el cuadrante de la izquierda político-económica y el liberalismo ético-cultural; bastante cercano al centro en lo económico y a la mitad del espectro del liberalismo ético-cultural.

El siguiente paso —todavía preparatorio— que di en vista de estas “palabras” fue introspectivo-retrospectivo y me llevó a un estado de distancia y poco interés en relación con la Revolución Cubana —estaba por cumplir 4 años cuando triunfó el movimiento revolucionario—; un poco más cercano e interesado en el triunfo de Salvador Allende y, a nivel nacional, en una asunción realista e ingenua del todopoderoso PRI, la que se tornó crítica a partir del caso Alejandro Gascón Mercado en 1975, sin que eso implicara la asunción de alguna postura partidista.

Eso sí, el triunfo del Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua [1979] —acompañado en México por el Canal 13 de Imevisión, que habiendo nacido como una empresa privada, se había convertido en televisora estatal en 1972— fue para mí motivo de júbilo y esperanza en la posibilidad de generar un proyecto político con una buena dosis de “inspiración cristiana”…

En tiempos recientes, en el nivel pre-racional de impulsos y deseos, filias y fobias, atracciones y repulsiones, confieso descubrirme cercano a las izquierdas “moderadas”, como la de Lula en Brasil o la de Michelle Bachelet en Chile y lejano a las izquierdas “radicales”, como la de Chávez en Venezuela, en cuanto a las concreciones de la denominada “primera ola rosa latinoamericana” y, en relación con los gobiernos de la “segunda ola rosa” —esos que Marta Lagos clasifica en “nueva izquierda” [Boric, en Chile y Petro, en Colombia]; “populista” [Andrés Manuel López Obrador, en México]; “tradicional” [Fernández, en Argentina, Arce, en Bolivia y Castro, en Honduras] y “dictatorial” [Maduro, en Venezuela, Ortega, en Nicaragua, Díaz Canel, en Cuba]—, me reconozco cercano a las nuevas izquierdas, crítico de la “dictatorial” y la “populista” en distintos grados y, sin saber a ciencia cierta cómo ubicarme en relación con la “tradicional”…

Mi cercanía sim-pática general con algunas “olas rosas” —y la consiguiente distancia anti-pática con opciones de las “derechas” [liberales en lo económico, conservadoras en lo ético-cultural]— tiene su razón de ser —ahora sí ya en el ámbito de la razón— en la convicción de que es indispensable la acción del Estado para, cuando menos, disminuir la desigualdad. A su vez, mi cercanía con la “nueva izquierda”, radica en su opción por el cuidado del medio ambiente —en particular la transición energética— y en la inclusión de nuevas causas sociales: mujeres, pueblos originarios y minorías sexuales.

Esa cercanía sim-pática con las nuevas izquierdas, me da pie para dar razón también de mi lejanía anti-pática hacia el populismo de la 4T.

Distancia crítica frente a la exclusión del diálogo-negociación con otras fuerzas políticas, económicas y culturales que le diferencias de los intentos incluyentes de las “nuevas izquierdas”; distancia crítica frente a la descalificación de cualquier voz o acción crítica del modelo que se pretende instaurar; distancia crítica de la supresión de programas, instituciones y obras, algunas de las cuales, al menos, podrían haber sido “sanitizadas” en lugar de ser “satanizadas”; distancia crítica ante el centralismo y verticalismo en la toma de decisiones, muchas de ellas tomadas por fuera de la ley —incluso la suprema— con la venia y el apoyo del poder legislativo y con la inacción o la postergación de la resolución de controversias de parte del poder judicial; distancia crítica ante la cercanía del régimen con las izquierdas “dictatoriales” de la región [Cuba y Venezuela, básicamente] y del mundo [Rusia]…

Todavía más en concreto, distancia crítica ante las “grandes obras del sexenio” que expresan una estrechez de miras [el aeropuerto Felipe Ángeles], una opción por las energías fósiles y contaminantes [la Refinería Olmeca de Dos Bocas] y la poca importancia dada al cuidado del medio ambiente [Tren Maya], otra de sus diferencias más significativas con la “nueva izquierda”.

Y, “last, but not least”, una distancia crítica del fortalecer a las fuerzas armadas, no solo en el ámbito de la seguridad pública —que de por sí ya estaría fuera de sus atribuciones—, sino en el ámbito de la administración pública e, incluso, del ámbito empresarial paraestatal, convirtiéndole, paso a paso, en un poder fáctico poderoso y, además, armado, cuyo poder será muy difícil revertir en el futuro próximo…

La propuesta, esbozada en cinco palabras: un modelo incluyente, dialogal, plural y civil…

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