Breverías | Madurar papayas

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Apenas había pasado 24 horas en la dirección de Meridiano, me buscaron mujeres y hombres encumbrados. Me sentí halagado, poderoso. Unos me citaron en su despacho, otros en su desayunador. Creí que pedirían tratos especiales en nuestras páginas o compartirían información de interés para los lectores. Todos me pidieron papel periódico por kilos, regalado o vendido, para fines distintos: para jaula de pericos, manualidades escolares de sus nietos y para elaborar piñatas. Atendí sus solicitudes. Cuando de nuestras prensas sólo salieron justos los ejemplares que podrían venderse y se frenó la devolución, no me volvieron a buscar. Ese olvido me ha generado una dicha: el periodismo impreso dejará de ser matamoscas y madurador barato de papayas para regresar, ya, a su función original: ser luz en la oscuridad, ahora generada por la hiperconexión.

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