Mientras miles de familias nayaritas realizan los preparativos correspondientes para disfrutar de una gran velada de fin de año para la noche del 31 de diciembre, en la sala de espera de la clínica número 1 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), se pueden apreciar rostros desencajados de familiares de hombres y mujeres que se encuentran postrados en una cama en la sala de urgencias del IMSS.
Las historias de todos y cada uno de los pacientes son conmovedoras, son tristes y en algunos casos están cargadas de drama, dolor, desesperación y de falta de aceptación a la voluntad de Dios, de la vida o tal vez del destino.
En la sala de urgencias no existen diferencias sociales, aquí no hay enfermos de primera, de segunda o de tercera, aquí todas y todos los pacientes tienen un mismo objetivo, salir vivos de este lugar.
Varios de ellos se encuentran semi inconscientes, otros se quejan en voz baja, los más afortunados permanecen dormidos, algunos que están muy graves y permanecen conectados a un respirador artificial.
Aquí hay hombres y mujeres de edad muy avanzada que lucen en sus marchitos y maltratados brazos agujas y mangueras con suero que gota a gota entra por sus venas.
Aquí el tiempo se detiene, aquí no hay glamour, aquí no hay ricos ni pobres, aquí todos son iguales, todos son amigos, casi una familia porque todos son hermanos del mismo dolor.
Mientras grabamos imágenes, de entre las sillas que se encuentran en la sala de espera del área de urgencias, se levantó una mujer de aproximadamente 55 años de edad, se encaminó para encontrarse con su esposo que minutos antes había dialogado con personal médico del lugar y le preguntó; cómo está tu mamá, don Miguel Rodríguez González le respondió; viene muy mal, nos dan muy pocas esperanzas de vida.
A pesar del indescriptible dolor que provocan en el ser humano este tipo de noticias, el señor Rodríguez González, quien es originario del poblado de Mecatán, con voz pausada le expresó a su compañera de vida: “Hay que esperar vieja, hay que esperar, Dios tiene la última palabra”. Nos retiramos en silencio del lugar.