…entonces comprendemos que aun las grandes

perpetuidades son cosas furtivas…  Crónicas, A. Nervo

Por Miguel González Lomelí

En un interesante experimento que se hizo con ratones recientemente, se obtuvieron resultados sorprendentes; el experimento consistió  en lo siguiente: una colonia de ratones fue creada en las mejores condiciones de vida, con abundante alimento a disposición, condiciones de confort y bienestar garantizadas, sin que tuvieran que esforzarse por nada; en el grupo testigo, por el contrario, había competitividad por el espacio y el alimento, y en general las condiciones de sobrevivencia eran demandantes.

¡Oh, sorpresa de sorpresas!: al cabo de varias generaciones, los ratones bien alimentados, saciados, de vida confortable en la que no habían tenido que luchar prácticamente por nada, empezaron a presentar debilidades en su constitución, enfermedades prematuras y consecuentemente muertes; en pocos años el grupo decayó totalmente hasta que murieron todos los individuos. En cambio los ratones del grupo testigo, seguían reproduciéndose normalmente y sobreviviendo a las condiciones de vida, demandantes y confrontadoras, con exigencias constantes.

Muchas de las hipótesis actuales sobre comportamiento humano han sido extrapoladas de observaciones hechas en situaciones de laboratorio como la descrita anteriormente.

En la historia de la humanidad la civilización romana es lo más parecido a lo descrito en el experimento citado: hacia el siglo I y II de la era cristiana el imperio romano había alcanzado, merced a las conquistas,   un alto nivel de vida, con abundancia de  satisfactores para lo población estrictamente romana, los patricios con su gran élite de libertos, esclavos de alto rango y representantes de la nobleza de los pueblos conquistados.

Esto provocó un estado de bienestar para esa nobleza y el socavamiento de los valores que habían hecho posible el encumbramiento del estado romano como fue, la disciplina en todos los órdenes de la vida, la frugalidad en el comer, en el beber, el apego a valores morales muy fuertes y poderosos que regían las relaciones del estado con los ciudadanos y de los ciudadanos entre sí.

El debilitamiento de la estructura social producida por la corrupción, la pérdida del concepto de tradición romana, produjo una sociedad marcada por la SACIEDAD y el abandono de la fe en el trabajo, en la familia. Tal forma de vida produjo una situación social de vulnerabilidad que los pueblos bárbaros hechos para la guerra y la invasión, no encontraron mayor resistencia para derrumbar, doscientos años después el otrora poderoso y aparentemente invencible Imperio romano.

¿Cuánto tardará el imperio occidental heredero de aquélla formación y representada actualmente por este capitalismo salvaje, depredador y corrupto cuyo representante más destacado es la sociedad norteamericana y todo el llamado primer mundo occidental, en sufrir el colapso que lo lleve a la destrucción de este viejo orden podrido?

¿Quiénes van a ser los nuevos Atilas que ayuden a destruir estas estructuras  que sólo han producido guerra, muerte, pobreza, explotación de una masa enorme de desheredados y un puñado de buitres que acaparan el 90 m % de la riqueza que produce la sociedad mundial?

Lo que sea que falte para que esto ocurra y sean quienes sean los enterradores del orden supercapitalista, el hecho va a ocurrir y no porque lo desee alguien en particular sino porque la ley histórica de las contradicciones, la dialéctica del desarrollo de las sociedades, indefectiblemente se cumple.

Al final ese  mundo insaciable de bienes materiales, de tecnologías sofisticadas y agresivas para la vida, vivirá el proceso de los ratones ahítos que, frente a los ratones hambrientos, carentes de todo lucharon por su sobrevivencia. ¿No les parece, amigos, un destino luminoso que se repita el final que produjo el experimento en esta élite ahíta e insaciable de la sociedad consumista que, para mayor sarcasmo, se realizó en una universidad norteamericana, el corazón del mundo capitalista?  

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