Breverías | El reloj

Cierto cumpleaños, mi esposa se propuso darme dos sorpresas: un hijo y un caro reloj pagadero a cinco años. Camino al hospital, me entregó la caja. Vivía yo una frenética actividad laboral y me dijo que el reloj era el más exacto del mundo y que me lo daba para que supiera dedicar el tiempo suficiente al descanso, a la diversión y al amor. Junto al extradelgado reloj de pulsera, bellísimo, un certificado de garantía de retraso no mayor a 1.0003 segundos cada diez mil años. Cuando mi hijo estaba naciendo prometí a ambos ser tan exacto como el reloj para darles su tiempo. Confieso que he fallado. El reloj más: a seis meses la humedad tepiqueña provocó desperfectos que exigieron su envío a servicio. Veinticinco años después, lo sigo esperando de regreso.