Anoche en Aguascalientes fue presentado el libro de la historia del Necaxa, realizado por el necaxista recalcitrante Alan Amper.
Se conmemoran cien años de la fundación del equipo por parte de su dueño William Frasser, gerente de la compañía de Luz y Fuerza, en honor de la presa que lleva ese nombre en el estado de Puebla y que fuera inaugurada en 1905.
Asimismo, están por cumplirse cien años del memorable partido entre Necaxa y Atlas, celebrado el 21 de agosto de 1923. Eran épocas donde los dos tiempos tenían 35 minutos de duración. Un siglo después, precisamente estas dos oncenas se enfrentaban anoche en “Aguas”.
Tuve el honor de escribir el prólogo de la publicación. El Necaxa, equipo de balompié y leyenda viva que recaló -quién lo iba a decir- en la llamada tierra de la gente buena. Fueron once hermanos y se convirtieron en once tunantes; se marchaban con sus rayados uniformes a otro destino. Sólo podía escribirlo un partidario de corazón. Amper se dio a la tarea de realizarlo por puro amor a los colores rojiblancos.
En la idea del libro, en la forma de llevarlo adelante, en cada página, se nota que está redactado con esmero y cariño. Por tratarse de una institución antigua, este libro tiene reminiscencias de un pasado romántico, de un futbol rudimentario, de una Ciudad de México todavía habitable donde once hermanos se fraternizaron para siempre.
Desconocía el origen de la palabra Necaxa; en la publicación se nos revela. El vocablo es tan desconocido que la computadora me lo subraya automáticamente en rojo.
Las entrevistas no tienen desperdicio. De gran valía la de Marcial Ortiz. Junto con los sesudos conceptos de ese “electricista” non que es Juan Villoro, Alan incluyó conversaciones entretenidas con los hombres que hicieron de los Rayos una súper potencia en los años noventa, capaz de elevar exponencialmente el número de sus seguidores, gracias al extraordinario desempeño de jugadores como Navarro, Becerril, Vilches, Cuchillo Herrera, Ambriz, Aguinaga, García-Aspe, Peláez y Basay, entre otros.
Imperdible la anécdota de Luis Hernández, relatada por el propio Matador y por El Picas Becerril, en la que el carismático delantero veracruzano del pelambre amarillo hace estallar una “paloma” dentro del baño ocupado por el emblemático goleador Ricardo Peláez.
Como atlantista, me siento identificado con este relato porque si bien al otrora Equipo del Pueblo aún no le han cambiado el nombre (como sí lo hicieron con conjunto que un tiempo pasó a llamarse Atlético Español), a los Potros de Hierro también los arrancaron del asfalto defeño para llevárselos a otra parte. Y también lo han arrumbado, lo han manoseado y lo han dejado caer al despeñadero del descenso. Actualmente navega en la Liga de Expansión sin derecho a ascenso al máximo circuito.
Respaldo totalmente la iniciativa de escribir una historia periodística sobre un equipo que es patrimonio de todo aquel que simpatice con él y sienta deseos de rendirle tributo.

