Crónicas meridianas | En la Mañanera de Obrador “Gracias, señor presidente”

Quince preguntas sin límite de tiempo del reportero de la Ciudad de México y el “Gracias, señor presidente” como novedad del nuevo periodismo surgido de las redes sociales

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Cuando fui un niño reportero el presidente de México era casi un Dios. Ahora también. Cuando fui niño reportero a veces la noticia podía darla el atrevimiento de los periodistas, no los políticos. Ahora también. La clase política fincaba muchas esperanzas en la inversión pública que pudiera anunciar el mandatario en sus giras por Nayarit. Ahora también. Los reporteros soñaban con saludarlo y hacer una pregunta que diera la nota. Unas veces lo lograban, otras hacían el ridículo. Ahora también.

Antes que yo empezara a reportear, desde Tepic el presidente mandaba mensajes al Kremlin y la Casa Blanca. Ahora también. Cuando yo conocí a un presidente, mis compañeros reporteros le preguntaban: “¿Cómo se siente en Nayarit?”, “Le gustó el zarandeado”. Ahora las cosas han cambiado.

Una pregunta así podría dar declaraciones brillantísimas, como decretar patrimonio gustativo de la humanidad al pescado zarandeado. Nunca sucedió, pero podría haber ocurrido. El poder presidencial todo lo puede.

Por absurdas que fueran, preguntas eran. Ahora las preguntas se convirtieron en gratitud desbordada. En la Mañanera de este viernes, una mujer de algún muro de redes sociales fue seleccionada para hacer dos preguntas: “Gracias, señor presidente por la transformación. Gracias gobernador”, dijo emocionada, la voz del pueblo hablando por su boca. No hubo respuesta presidencial. Las gracias sólo podían tener como respuesta un “de nada”,  pero ni eso dijo el presidente. Reporteras y reporteros movieron la cabeza, se extrañaban, preguntaban quién era, el enojo en su cara.

Salvó la honra María Esther González, periodista local con muchos años en el oficio, quien planteó una pregunta sobre tarifas eléctricas de municipios costeros. Dio en el clavo: López Obrador ofreció que el gobierno de México daría seguimiento a la demanda de bajarlas en ese infierno en la Tierra donde la sensación térmica es mayor por la humedad, según explicó el gobernador  Miguel Ángel Navarro a petición del mandatario federal.

Nadie más pudo hacer una pregunta porque el presidente dijo “Vamos a desayunar”. Y se fue. La expectativa de los periodistas locales era arrancarle a la emoción de Obrador un anuncio espectacular, como el rescate del ingenio de Puga o algo mayor. Pero otros ya habían consumido el mayor tiempo. El enviado de La Jornada no respetó la regla de máximo dos pregunta: hizo 15. Se las contó una reportera local palito palito palito palito diagonal hasta completar tres series. Entonces, la voz alta porque lo hizo sin micrófono, Antonio Tello le dijo a Obrador “Señor van diez preguntas”. “Qué tiene, tenemos todo el tiempo”, le contestó, dardos los ojos. Pero no hubo todo el tiempo. Era riguroso el desayuno porque la gira continuaba para supervisar obras. Preguntó otro reportero de la Ciudad de México sobre los libros de texto y aparte de las dos intervenciones de los locales, nadie pudo preguntarle cómo se sentía en Nayarit, como antes se hacía.

Levantarme este viernes antes de las tres y media de la mañana para poder estar en la zona militar de Tepic unos minutos antes de las cinco tuvo sus recompensas: asistí por primera vez a una de las más de mil Mañaneras del presidente, que lo han convertido en un lobo de mar en comunicación política, y escuché a una representante del nuevo periodismo cambiar las reglas del periodismo clásico para modificar las preguntas y lanzar una expresión que me acompañará por siempre: “Gracias, señor presidente”.

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