Volantín | Inteligencia artificial, ¿esperanza o amenaza? (Primera parte)

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Por Salvador Cosío Gaona

“La Inteligencia Artificial podría ayudar, y mucho, en la lucha contra el cáncer”. Este fue el titular que no pocos medios de comunicación replicaron ayer, y señalaban que según los primeros datos de un estudio realizado en Suecia y publicado en la revista Lancet Oncology, los cribados de cáncer de mama llevados a cabo con la ayuda de la IA localizan hasta un 20 % más de tumores.

Además, daban cuenta que los programas informáticos reducen sensiblemente el trabajo de los radiólogos, ya que sólo se requiere de una persona para llevar a cabo el procedimiento.

 Los expertos aseguran que se trata de un prometedor paso, aún por confirmar —los resultados definitivos se esperan en varios años— en la inagotable pelea contra el cáncer de mama, teniendo en cuenta la importancia en esta del cribado inicial.

 De manera que, el tema de la IA sigue generando noticias buenas y malas, lo que ya se podía anticipar desde hace más de una década atrás cuando estudiosos del tema debatían al respecto.

 Uno de los personajes que alertaban sobre lo contraproducente de su entrada en acción era nada menos que el famoso físico británico Stephen Hawking, quien creía que las máquinas súper inteligentes representaban una amenaza para nuestra existencia.

“El desarrollo de la inteligencia artificial completa podría significar el fin de la raza humana”, le dijo a la BBC en 2014, cuatro años antes de morir. 

 Lo cierto es que el asunto ha generado un interés inusitado. 

Como ejemplo esta el ChatGPT, que desde que se lanzó a finales de noviembre de 2022, el chatbot que usa inteligencia artificial (IA) para responder preguntas o generar textos a pedido de usuarios, se ha convertido en la aplicación de internet con el crecimiento más rápido de la historia.

En apenas dos meses llegó a tener 100 millones de usuarios activos. A la popular app TikTok le tardó nueve meses alcanzar ese hito. Y a Instagram dos años y medio, según datos de la empresa de monitoreo tecnológico Sensor Town.

“En los 20 años que llevamos siguiendo internet, no podemos recordar un incremento más veloz de una aplicación de internet para consumidores”, afirmaron analistas de UBS, quienes reportaron el récord en febrero.

 La masiva popularidad de ChatGPT, desarrollado por la empresa OpenAI, con respaldo financiero de Microsoft, ha despertado todo tipo de discusiones y especulaciones sobre el impacto que ya está teniendo y que tendrá en nuestro futuro cercano la inteligencia artificial generativa.

 Los textos (desde ensayos, poesías y chistes hasta códigos de computación) e imágenes (diagramas, fotos, obras de arte de cualquier estilo y mucho más) producidos por IA generativas como ChatGPT, DALL-E, Bard y AlphaCode -para nombrar solo algunas de las más conocidas- son, en algunos casos, tan indistinguibles del trabajo humano, que ya han sido usados por miles de personas para reemplazar su labor habitual.

 Desde estudiantes que los usan para hacerle los deberes hasta políticos que les encomiendan sus discursos -el representante demócrata Jake Auchincloss estrenó el recurso en el Congreso de EE.UU.- o fotógrafos que inventan instantáneas de cosas que no ocurrieron (e incluso ganan premios por ello, como el alemán Boris Eldagsen, quien obtuvo el primer puesto en el último Sony World Photography Award por una imagen creada por IA).

Esta misma nota podría haber sido escrita por una máquina y probablemente no te darías cuenta.

El fenómeno ha llevado a una revolución de los recursos humanos, con empresas como el gigante tecnológico IBM anunciando que dejará de contratar a personas para cubrir cerca de 8.000 puestos de trabajo que podrán ser manejados por IA.

 Un informe del banco de inversión Goldman Sachs estimó a finales de marzo que la IA podría reemplazar a un cuarto de todos los empleos realizados hoy por humanos, aunque también creará más productividad y nuevos trabajos.

 Un dato que podría resultar mas desconcertante es que, con todos sus impactos, lo que estamos viviendo ahora es apenas la primera etapa en el desarrollo de la IA.

Según los expertos, lo que podría venir pronto -la segunda etapa- será muchísimo más revolucionaria. 

Y la tercera y última, que podría ocurrir muy poco tiempo después de aquella, es tan avanzada que alterará completamente al mundo, incluso a costa de la existencia del ser humano.

Las tres etapas

Las tecnologías de IA se clasifican por su capacidad para imitar las características humanas.

1. Inteligencia artificial estrecha (ANI)

La categoría más básica de IA es más conocida por sus siglas en inglés: ANI, por Artificial Narrow Intelligence.

Se llama así porque se enfoca estrechamente en una sola tarea, realizando un trabajo repetitivo dentro de un rango predefinido por sus creadores.

Los sistemas de ANI generalmente se entrenan utilizando un gran conjunto de datos (por ejemplo de internet) y pueden tomar decisiones o realizar acciones basadas en ese entrenamiento.

Una ANI puede igualar o superar a la inteligencia y eficiencia humana pero solo en esa área específica en la que opera.

Un ejemplo son los programas de ajedrez que usan IA. Son capaces de vencer al campeón mundial de esa disciplina, pero no pueden realizar otras tareas.

 Es por eso que también se la conoce como “IA débil”.

Todos los programas y herramientas que utilizan IA hoy, incluso las más avanzadas y complejas, son formas de ANI. Y estos sistemas están en todas partes.

Los smartphones están llenos de apps que usan esta tecnología, desde los mapas con GPS que te permiten ubicarte en cualquier lugar del mundo o saber el clima, hasta los programas de música y videos que conocen tus gustos y te hacen recomendaciones.

También los asistentes virtuales como Siri y Alexa son formas de ANI. Al igual que el buscador de Google y el robot que limpia tu casa.

El mundo empresarial también utiliza mucho esta tecnología. Se usa en las computadoras internas de los autos, en la manufactura de miles de productos, en el mundo financiero e incluso en hospitales, para realizar diagnósticos.

Incluso sistemas más sofisticados como los autos sin conductor (o vehículos autónomos) y el popular ChatGPT son formas de ANI, ya que no pueden operar fuera del rango predefinido por sus programadores, por lo que no pueden tomar decisiones por su cuenta.

Tampoco tienen autoconciencia, otro rasgo de la inteligencia humana.

Sin embargo, algunos expertos creen que los sistemas que están programados para aprender automáticamente (machine learning) como ChatGPT o AutoGPT (un “agente autónomo” o “agente inteligente” que utiliza información del ChatGPT para realizar ciertas subtareas de forma autónoma) podrían pasar a la siguiente etapa de desarrollo.

 Opinión.salcosga@hotmail.com

@salvadorcosio1 

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