Al referirnos a los libros que parecen chiquihuites alguien insiste en que el editor encarece al proceso de producción del libro y por tanto el precio final al consumidor. Tiene razón. Pero sólo bajo su coordinación meticulosa el auditor de contenidos, el corrector de estilo y el diseñador, en una mezcla de rigor técnico y libertad artística, conviertan las palabras del escritor o divulgador en un libro que se lee, se ve y se palpa. Es el modisto y estilista que “sube” a la pasarela a la modelo de cuerpo escultural. Es el chef en cuyas manos un pescado se convierte en un platillo que entra primero por los ojos y luego por la boca. Sin modisto, chef y editor no hay cuerpo vestido que deslumbre, pescado que seduzca y autor que atrape.