Papá, hay que ir a plantar un arbolito, dijo Mateo y activó ese extraño mecanismo que tiene el cerebro para recordar cosas; me hizo viajar a una lejana niñez cuando mi abuelo Toño nos llevó a plantar arbolitos al cerro “Pelón” en Paracho, Michoacán. Coincide que hace apenas un par de semanas llevé a Mateo a ese lugar, así que su petición me pareció atinada.
Por cuestiones de agenda se dio apenas en este domingo el cumplimiento de la promesa. Resultó además ser la última que el ayuntamiento de Tepic, Nayarit hará en esta etapa en el cerro de San Juan. Así que junto con Daniela, fuimos los tres. La actividad es por demás entretenida, nadie está en contra de sembrar arbolitos y si le damos al romanticismo, a sembrar vida.
El sólo hecho de estar despiertos y activos a las 7 de la mañana en domingo ya debería contar como ejercicio, pero si le sumamos el tramo para subir a una parte del cerro, entonces ya es una actividad mayor. Sumado a que no fuimos los únicos, me sorprendió ver la cantidad de gente, con las variedades de edades, colores, profesiones.
Por supuesto que funcionarios y empleados de confianza no podían faltar, era la última de seis o siete domingos seguidos. Luego de un breve mensaje de bienvenida, nos formamos para recibir nuestro arbolito y una bolsa de papel que contenía bombas de vida, que eran como su nombre lo dice, bombas en cuyo interior contenía productos para poder llevar otros tantos elementos a la naturaleza y crecer a los lugares menos accesibles para el paso humano.
En esta ocasión no fue por la entrada o subida tradicional al cerro, que está en remodelación, sino que fue por otro acceso cercano. Llegamos puntuales, ya se veía el movimiento, saludamos a diversas amistades, la fila fue rápida, luego con árbol y Mateo en mano subimos una pequeña parte del cerro donde los empleados municipales ya habían hecho los hoyos para la colocación de los productos.
Esperamos un poco para que nos acomodáramos de la mejor manera, cada quien adoptando su tramo de cerro, para colocar el árbol y darle sentido y esencia a la actividad. Pude ver como algunos ya le saben, llevan sus botellitas de agua para lavar manos y beber, otros hasta palas propias especiales, botas de montaña, aunque no faltó quien se confiara y llevaba chanclas.
A las 8 en punto llegó la presidenta Geraldine Ponce, quien dio el banderazo. Sonreímos para la foto. Así de rápida pero emotiva fue la actividad, luego vino el descenso, donde más de una persona resbaló, pero nada de cuidado, de todos modos personal de Protección Civil estaba atento por su se requería ayuda.
El camino del punto al auto sirvió para darle otra recarga a los pulmones, el contacto mañanero con la naturaleza tiene su encanto. El broche de oro vino con los tacos de birria que siguieron luego del tremendo esfuerzo. Y lo mejor, fueron invitados y pagados por un amigo.
@rvargaspasaye
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