Por Manuel Salinas Solís
Parafraseando la vieja canción cuando dice, como han pasado los años. Las vueltas que dio la vida….
Ya pasó un cuarto de siglo. Poco en las edades del tiempo, mucho en la vida de cada uno de nosotros.
El 10 de septiembre, de hace cinco lustros, Nayarit 1999, celebraba el nacimiento de una institución largamente esperada.
Nuestro viejo clamor, lo escuchaba por fin la república y escogía septiembre con todo su simbolismo para venir y plantar en Nayarit el Décimo Cuarto Circuito Judicial, inicialmente con un Tribunal Colegiado y otro Unitario.
Con tal creación, la justicia federal se acercaba a nuestra tierra y se evitaba tener que ir a clamarla a otras partes. Así la justicia federal en Nayarit, se volvía un tanto más “pronta y expedita”. Antes de ello había que ir a demandarla a Mazatlán o Guadalajara según el caso, con los naturales gastos adicionales para las partes, mayor pérdida de tiempo, e interminables dilaciones. Muchos justiciables preferían dejar las cosas como estaban y no seguirle. Se topaban así, con una virtual denegación de la justicia.
Pero no se vaya a creer que el establecimiento de tales tribunales fue una perita en dulce. Hubo que convencer de ello principalmente al presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en ese momento don Genaro Góngora Pimentel, curtido servidor judicial y profesor universitario, meticuloso y analítico al punto de lo quisquilloso. Por supuesto también hubo que persuadir a su estado mayor el recién creado Consejo de la Judicatura Federal, otro hueso duro de pelar. Ambos sin embargo cayeron en cuenta de la necesidad que tenía Nayarit de tales instituciones. La faena persuasiva de altura, estuvo a cargo del gobernador Rigoberto Ochoa Zaragoza. Lo auxilió con el peso de razones inteligentemente expuestas y cartapacios completos de elocuentes e irrefutables datos estadísticos, el licenciado José Luís García Basulto a la sazón presidente del Tribunal Superior de Justicia. A la inauguración de tales tribunales federales acudió el propio Góngora Pimentel. Fue una tarde memorable.
Memorable igualmente la visita días después, del presidente Ernesto Zedillo con el propósito principal de inaugurar el edificio –la morada diría el maestro don Sergio García Ramírez- la morada del poder por excelencia, la casa del Poder Judicial, específicamente del Honorable Tribunal Superior de Justicia del Estado de Nayarit. Edificio moderno en cuya construcción y avituallamiento nada desbordó lo necesario que de otro modo habría ofendido el talante austero que tuvo el gobierno de don Rigo y que hoy pasados los años se advierte más y también más se reconoce.
Con ese nuevo inmueble comenzó una nueva época en la forma y en el fondo en materia de impartición de la justicia local Aquí un ejemplo menor en apariencia pero que de algún modo ilustra tal afirmación; aparte de dotar de un ambiente de trabajo mejor organizado y estimulante para el personal en todos sus niveles, con los honores debidos se jubilaron todas las legendarias máquinas de escribir Remington y Olivetti y se dotó al personal de computadoras con servicio en red generando visibles efectos en términos de la deseada modernidad y eficiencia judicial.
La casa en que debe practicarse la impartición de la justicia como la expresión más alta del arte de lo bueno y equitativo, a instancias directas de don Rigo y de García Basulto alojó también la expresión de nuestros artistas plásticos. Los muros del Tribunal Superior de Justicia inaugurados hace 25 años relatan didáctica y bellamente, la lucha popular en su anhelo de justicia. Por eso están ahí las efigies de nuestros padres fundadores.
Pero regreso a la canción. Miren las vueltas que da la vida.
A 25 años de distancia de aquella ocasión creadora de instituciones portadoras de justicia quien lo iba a decir, hoy el país libra una lucha dramática por hacer que sobrevivan precisamente, esas mismas instituciones y cumplan con la suprema misión de la que hablaba Montesquieu. Que el poder frene al poder.
En tan comprometido momento, la estridencia gana la batalla poblando de gritos y sombrerazos el ambiente que debiera ser de reflexión y sereno análisis. La intimidación y las amenazas en todas sus formas y variantes, pronunciadas desde lo más alto, consiguen por ahora que les salgan las cuentas sin importar que las forzadas sumas aviven una indeseable y peligrosa división social.
Pero la esperanza es terca y se niega a morir. Contra toda señal y pronóstico, espera que a partir de octubre termine el discurso de la demolición y comience asomar el imperativo de la construcción compartida. Que sobrevenga un proyecto serenado, una arquitectura social creativa donde haya espacio, capacidad de escucha y razonamiento en la obligada relación con las minorías. Por encima de las comedias recientes y por increíble que parezca, en política también debe haber ética, de lo contrario todo se reduce a nivel de astucia marrullera, de simple destreza facinerosa. El país espera que la política como instrumento de reconciliación y tolerancia apacigüe las aguas y evite el desbordamiento.
Esta utópica pretensión requiere del empeño de todos, de tirios y troyanos.