Crónica Meridiana | Jorge Enrique González
“Yo nunca lo he visto en persona. Nadie me lo cree, pero yo ya saludé a López Obrador. Un día en el sueño, muy clarito, le di la mano y le dije: No estamos jugando a las vencidas. Él sonrió”, me dice el conductor de un taxi amarillo de modelo reciente. Ha venido platicando durante el recorrido de mi domicilio al auditorio Amado Nervo, donde cierra el Presidente su gira del adiós. Me explicó en tres variantes el momento de una conferencia Mañanera donde el tabasqueño responde con esas palabras a una amenaza del Cártel de Santa Rosa de Lima.
“Si le toca saludarlo, dígale eso de No estamos jugando a las vencidas y él va a entender”, me pide al recibir el pago por el corte. Yo le prometo hacerlo, sabiendo que no buscaré tomarme una selfie con él para el feis. Le miento, pero quién soy yo para quitarle el milagro de imaginar que alguien le podría hacer llegar su mensaje al Presidente que en dos días dejará de serlo.
Vengo a dar testimonio de la lisonja repetida mil veces en redes sociales en estos días: “Nayarit ama a Obrador más que su natal Tabasco”, “Para los nayaritas ha sido el mejor Presidente de México”. Ingreso puntual a las 9:00 de la mañana a este auditorio de la Gente, ahora Amado Nervo. No comprendo la falta de imaginación para que ya se llame del Bienestar o 4T.
Hay áreas vacías. Empiezo a hacer apuestas de que no se llenarán todas las butacas, diez mil más menos. Me ven incrédulos mis vecinos comunicadores, seguros que estará a reventar cuando lleguen las dos estrellas: Andrés Manuel y Claudia. Pierdo las apuestas. A las 10:42 aplauden a rabiar cuando aparecen ellos como estrellas de rock.
Lástima de la acústica del espacio, más propia de una bodega de bebidas gaseosas o materiales de construcción. No se escuchan como deben los aplausos y los vivas, tampoco los discursos ni los audios de los varios videos. Pero sí se ven las expresiones faciales que se replican en las pantallas de alta definición y profesional juego de videocámaras.
Da la bienvenida el gobernador Navarro. “Gracias por adoptar a Nayarit”, le dice al Presidente. Recordará el lejano 2005, cuando se encontró con él, en el tesonero camino a la conducción de México. No la canta, pero lee algunas estrofas de la canción de Diego Torres Color Esperanza, aquel himno electoral perredista: “Pintarse la cara/color esperanza/tentar al futuro/con el corazón.” Se dirige a la sucesora de Obrador. Le pide: “Adopte a Nayarit, doctora”. Claudia responde con una sonrisa. Será interpretada por la concurrencia como un sí. Viene un video con un recuento en Nayarit de los beneficios y obras del gobierno federal que concluye.
Proyectos Prioritarios y de Infraestructura-Nayarit es el nombre oficial del evento. Lejos de otros más metafóricos que podría llevar: Concluye la Gira del Adiós, Amor con Amor se Paga, Te Vas Ángel Mío, si la inspiración proviene de los chairos; Se Va el Dictador, Adiós al Sepulturero del Poder Judicial, Ve a tu Rancho, si los autores son los fifís neoliberales.
El encargado del distrito de riego del norte del estado da detalles de la obra, de la inversión de miles de millones de pesos, del impacto en el campo. Su nombre es Canal Centenario Alejandro Gascón Mercado, en honor al militante del Partido Popular Socialista (esa versión setentera del PT que se asocia con el partido en el poder, sea cual fuere su bandera) que en 1975 dio una batalla electoral histórica que a punto estuvo de ganar en Nayarit la gubernatura de Nayarit al invencible PRI. Un fraude, con la complacencia de su partido a cambio de una silla en el Senado, lo impidió, según la historia no oficial. ¿Quién lo creería? Hoy Gascón tiene un canal de riego y su nombre está en el Muro de Honor del Congreso del Estado.
El secretario de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes detalla los 21 proyectos de infraestructura en la entidad. Números van y vienen. Infaltable el anticlimático video. Hay impaciencia por los platos fuertes.
Habla la presidenta electa Claudia Sheinbaum: “Estamos viviendo tiempos extraordinarios en nuestro país. Llevo casi cuatro meses viajando con el Presidente a todo el país en esto que yo llamo la transición histórica […] ¿Cuándo han visto ustedes que un presidente saliente, bueno, y en este caso, una presidenta, caminen por todo el país? Nunca; nunca se había visto eso en México. Y es la generosidad del presidente Andrés Manuel López Obrador.” Aplausos a rabiar. Lástima de la acústica. Falta el efecto subwoofer natural de una buena acústica ambiental que haga retumbar en el pecho y las entrañas el sonoro rugir de los aplausos, de los vivas.
Viene el turno del Presidente que se va. Se deshace en halagos a la sucesora. “Es más preparada que yo”. Sí: el tiene licenciatura. Ella es licenciada en física con doctorado en ingeniería ambiental. “Tiene experiencia en servicio público”. Sí: se hizo cargo de temas ambientales en el gobierno de la capital del país, fue delegada y luego jefa de gobierno de la Ciudad de México. Nadie puede decir que lo haya hecho mal. Ni en la academia ni en el gobierno.
Mientras habla se escuchan chiflidos. Son de rechazo a tres hombres que en un acceso de la derecha muestran cartulinas amarillas de dos caras en las que se lee desde un “Lárgate a la Chingada”, “Narco Presidente” a “Somos el Poder que no quiere el Presidente”. ¿Quién resolverá el incidente? ¿El Estado Mayor Presidencial? No, ya no existe. ¿Otras fuerzas de seguridad? Tampoco. Lo hará el propio Presidente, con un método eficaz y probado por él cientos de veces. “A ver a ver”, dice. Pide a los asistentes levantar la mano si están de acuerdo con la reforma al Poder Judicial. Casi estoy seguro que con excepción mía y algunos despistados o sordos todos levantaron la mano. Luego pidió bajarla. Ahora pidió que la levantaran quienes estuvieran en contra. Ni siquiera los de la cartulina la levantaron. Habían desaparecido. Riguroso con el protocolo, cuenta las abstenciones. “Cero”, confirma. Y sigue Obrador con su mensaje y los aplausos. Más palabras, más aplausos.
Cierra con seis vivas: una para Claudia, dos para el estado, tres para México. “Y que viva la próxima presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo! ¡Que viva el pueblo progresista, trabajador, democrático de Nayarit! ¡Viva Nayarit! ¡Viva México! ¡Viva México! ¡Viva México!”.
Concluye el evento. Es el adiós definitivo. Son diez mil nayaritas, pocos más pocos menos (excluyendo a los curiosos y a los de la cartulina amarilla), que experimentan el incomparable placer de los amantes que se asumen como los últimos en la vida de la mujer que aman. Porque el polémico Presidente, ese mago tesonero que vino de Tabasco a gobernar el país, les deja la satisfacción de ser los últimos de quienes se despide en un acto masivo. El que sigue no será suyo.
Si Obrador estaba jugando a las vencidas, sólo él lo sabe. Pero por las cuentas, casi todas las ganó. El tiempo, la economía y la historia dirán si fue para bien o para mal de México. Sé que muchos rezan porque sea lo primero, como lo cree la mayoría.
“Es un honor estar con Obrador”, gritan algunos asistentes mientras salen a la lluvia.
El Presidente encabezaría más tarde la inauguración y abanderamiento del Sector Naval Boca de Chila, en Compostela, bajo una lluvia a medios cántaros.