Por Manuel Salinas Solís
La historia de la charlatanería es la sempiterna historia de los seres humanos de todos los tiempos y lugares que seducidos por sus propias fantasías, caen en el garlito de los charlatanes que en el mundo han sido como diría el clásico
Charlatanería dice el diccionario es la práctica de la mentira, difundida a veces en rumores sobre hechos falsos deliberadamente orientados a engañar. La charlatanería guarda parentesco con la acción de “embaucar, a base de un discurso entusiasta de aparente sensatez”
Charlatán como aquél modesto merolico por ejemplo que conocí en la plaza de Loreto, cerca de mi escuela secundaria en pleno centro histórico de la Ciudad de México que valido de su interminable y mágica verborrea, congregaba en torno suyo, a un pequeño público que fascinado con la promesa de ver salir de un costal a “Chimina repugnante animal del demonio” una bella joven que se había convertido en víbora venenosa en castigo por haber desobedecido según esto a sus padres, aguantaba a pie firme el chaparrón de palabras dichas en el tonillo inconfundible del chilango de barriada que al final de cuentas lo único que trataba era vender entre sus crédulos oyentes la “pomada milagrosa” que untada a discreción hacia borrar las arrugas del mas arrugado y senil de sus escuchas.
O el fósforo vitacal elixir maravilloso que con dos simples tomas era capaz de devolver la vida a un gélido cadáver.
Pero claro como en todo, también en esto de los charlatanes y las charlatanerías hay sus categorías.
Si los charlatanes de mi adolescencia hubiesen existido en esta era del internet y los medios electrónicos hoy tendrían miles de seguidores y habrían alcanzado la indiscutible respetabilidad y admiración de los actuales influencers
Aquel charlatán que jamás cumplía su promesa de hacer salir de aquél mítico costal a la misteriosa Chimina, con lo cual de paso se probaba indirectamente su talante desobediente, guardaba sideral distancia por ejemplo con Rasputín, con quien al propio tiempo, lo unía innegable parentesco. Parentesco en el arte del engaño. Engaño del que se valió “este santo demonio” para robar la voluntad del Zar Nicolás II y de la Zarina Alejandra quien no hallaba hasta que halló –según contaron después sus íntimos- como pagarle la salud hipotéticamente devuelta a su hijo Alekséi Nicoláyevich Románov víctima de hemofilia.
Pero todo cuanto llevo dicho me lo hizo recordar el alucinante caso de la “doctora” Marilyn lamentablemente no Monroe, sino Marilyn Cote quien fue recién descubierta en la ciudad de Puebla y quien desde hace varios años se hacía pasar con grandes honores y reconocimientos de prestigiadas instituciones como la risueña Universidad de Harvard entre otras, como psiquiatra supuesta tratante de legiones de pacientes de todas condiciones y clases sociales a los cuales, con la rapidez que dicen se persigna un cura loco, diagnosticaba a diestra y siniestra esquizofrenias de todas graduaciones y expendía disparatadas y peligrosas recetas, a ciencia y paciencia de las autoridades sanitarias poblanas y no poblanas, hasta que alguno de sus esquizofrénicos pacientitos comenzó a ver cosas extrañas en el conducirse de su facultativa y decidió jalar del hilo hasta descubrir para su azoro que la dama ni es doctora, ni psicóloga, ni psiquiatra. Es eso sí según título expedido supuestamente por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla el 11 de abril del 2000 como “Abogado, Notario y Actuario”. En esa calidad con que la acredita esa Benemérita institución y su evidente honorabilidad y decencia está en situación sobrada para autopostularse como juez, magistrado o ministro del nuevo Poder Judicial Federal. La lleva de gane…..
Para todos salud y fibra !!!