Por Alfredo Delgadillo López
En las dictaduras, la cultura depende de la política. En la actualidad, globalmente y en democracias, la cultura se compone por la frialdad numérica del éxito comercial, la producción industrial masiva y por ser accesible para cualquiera. La brújula de la cultura debe de ser la que se caracteriza por estar antes del conocimiento, es decir, por ser una propensión del espíritu, una sensibilidad y un cultivo de la forma que da sentido y orientación al conocimiento. Hoy la brújula ha perdido a sus navegantes, de aquí la importancia de recordar a Amado Nervo y tomarlo como ejemplo.
Amado Nervo, poeta y diplomático, fue un precursor de la diplomacia intelectual mexicana. Su labor en el Servicio Exterior Mexicano demostró que la cultura puede ser una herramienta poderosa para construir relaciones internacionales y mejorar la imagen de México en el mundo. Su labor se caracterizó por utilizar su intelecto y prestigio literario para sentar las bases de un modelo diplomático que trascendió su tiempo.
Amado Nervo (1870-1919), nacido en Tepic, Nayarit, fue un intelectual multifacético: poeta de renombre internacional, con estudios de jurista, conocedor de la teología y figura destacada en los círculos culturales de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Su legado trasciende la literatura, pues su papel en la diplomacia mexicana es el antecedente de una tradición de diplomacia cultural que sería continuada por figuras como Alfonso Reyes y Genaro Estrada.
Nervo ingresó al Servicio Exterior Mexicano en 1905 tras aprobar el examen de ingreso, exigido por la Ley Orgánica del Cuerpo Diplomático Mexicano de 1896. Fue asignado como Secretario de la Legación Mexicana en España y posteriormente promovido a Primer Secretario. Esta etapa coincidió con la vigencia de la Constitución de 1857, que subrayaba la importancia de los diplomáticos técnicamente preparados, especialmente en derecho y lenguas extranjeras.
Posteriormente, Nervo sufrió tiempos convulsos en su labor, pues la diplomacia mexicana enfrentaba retos significativos debido a las tensiones globales (la Primera Guerra Mundial) y nacionales (la Revolución Mexicana), no obstante, el poeta nayarita destacó por su capacidad para construir relaciones internacionales mediante el diálogo cultural. Sin embargo, con el estallido de la Revolución, la política exterior mexicana sufrió cambios significativos, lo que llevó a la salida temporal de Nervo del servicio diplomático.
Al finalizar la Revolución, el presidente Venustiano Carranza reincorporó a Nervo al servicio diplomático. En 1917, fue designado Encargado de Negocios en España y posteriormente Ministro Plenipotenciario en Argentina y Uruguay. Esta etapa se caracterizó por el intento de México de mejorar su imagen internacional tras años de conflictos internos y exclusión global.
En Argentina y Uruguay, Nervo fortaleció los vínculos culturales entre México y América Latina, posicionando al país como un referente cultural en la región. Además, su prestigio literario facilitó una representación positiva de México en el extranjero, contrarrestando la mala imagen causada por la Revolución Mexicana. En este sentido, Nervo utilizó su reconocimiento como poeta para generar diálogos con las élites culturales de Europa y América Latina, demostrando que la cultura podía ser un vehículo eficaz para la diplomacia.
No obstante, la situación internacional no favorecía a México, pues, tras la Primera Guerra Mundial, se creó la Sociedad de Naciones en 1920 como un organismo para promover la cooperación internacional. México fue excluido durante los primeros 11 años debido a las percepciones negativas de su Constitución de 1917, pues la consideraron un manifiesto nacionalista. Sin embargo, diplomáticos mexicanos como Genaro Estrada, Narciso Bassols y Alfonso Reyes, inspirados por el modelo de Nervo, lograron transformar la narrativa sobre México en el escenario internacional.
Este capítulo demuestra la importancia de contar con diplomáticos de alto nivel cultural. Después de 11 años de exclusión, fue precisamente la labor de diplomáticos intelectuales lo que permitió a México reintegrarse a la comunidad internacional, no la de los políticos. Asimismo, la profesionalización del Servicio Exterior Mexicano fue crucial para superar las barreras internacionales, por ende, en la Ley Orgánica del Cuerpo Diplomático Mexicano de 1922 se subrayó la importancia de la formación jurídica y cultural de los diplomáticos. Este enfoque permitió a México defender su soberanía y establecer relaciones internacionales basadas en el diálogo y el entendimiento.
Ahora bien, Nervo no fue simplemente un escritor que ocupó cargos diplomáticos, fue un arquitecto de un modelo de representación internacional basado en la cultura y los valores universales. Su labor demostró que:
- La poesía y sus escritos llegaron a las élites culturales de Europa, abriendo puertas y generando respeto por México.
- Nervo introdujo la idea de que un diplomático no solo debía negociar tratados, sino también participar en el diálogo cultural global.
- Su éxito es el ejemplo para que otros diplomáticos intelectuales consolidaran la imagen de México como un país moderno y sofisticado.
Por lo tanto, figuras destacadas como Alfonso Reyes y Genaro Estrada, considerados los mayores diplomáticos de México en el siglo XX, reconocieron la influencia de Nervo en sus trayectorias. Reyes recopiló y comentó las obras de Nervo, mientras que Estrada elogió su legado como un referente cultural y diplomático.
Amado Nervo transformó la diplomacia mexicana al introducir un modelo basado en la cultura, el intelecto y formación jurídica. Su capacidad para conectar con las élites culturales internacionales no solo mejoró la percepción de México, sino que también sentó las bases para una tradición diplomática que sigue siendo relevante en el mundo contemporáneo. La labor de Nervo nos recuerda que la pluma, la cultura y el derecho pueden ser herramientas más poderosas que la política en la construcción de un entendimiento internacional duradero y fortalecer la imagen de una nación.
Me despido con esta reflexión:
La verdadera diplomacia requiere no solo habilidades políticas, sino también una profunda comprensión de la cultura. El modelo de diplomático intelectual establecido por Nervo y perfeccionado por sus sucesores sigue siendo relevante en nuestros días, recordándonos que la diplomacia más efectiva es aquella que puede tender puentes de entendimiento no solo entre gobiernos, sino entre civilizaciones.