“Lo vi perfilarse en la niebla, por la misma acera y con el mismo ritmo que yo, y vi muy cerca su chaqueta escocesa de cuadros rojos y negros, y en el instante en que nos cruzamos en medio del puente vi su cabello alborotado, su bigote turco, su semblante triste de hambres atrasadas y mal dormir, y vi sus ojos anegados en lágrimas. Se me heló el corazón, porque aquel hombre parecía ser yo mismo que ya venía de regreso”. El texto pertenece a Gabriel García Márquez. Habla de su estancia en París, marcada por la pobreza y el hambre, descomunales. Siempre me ha parecido un dibujo sensorial del espejo, porque experimentamos algo similar ante el que muere, el enfermo, el que fracasa, el que cae. Vemos imágenes que son nosotros mismos.