Frente a sí, la presidenta Claudia tenía a un rudo impredecible. Recordó la frase de su mentor: “No somos iguales”. Actuó en consecuencia. Ser ruda era suicida. Fue técnica y por ahora le dio resultados. Muchos críticos y opinadores han reconocido su desempeño en una conversación que nadie supone fácil. Queda la sensación de que escuchó a su gabinete y que no actuó en la narrativa patriotera, irresponsable y riesgosa. Falta mucho por saber de las condiciones impuestas a cambio de imposiciones arancelarias, pero hay poco margen de maniobra e impidió la caída al despeñadero. Hacemos votos porque esa mesura de los técnicos la aplique también con otros actores políticos internos, con los otros poderes. México sólo celebra a los rudos en la lucha libre y en las cantinas. En ningún otro lugar.