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jueves, julio 31, 2025
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Periodismo desde el asombro

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“Entiendo el asombro, según apunta un diccionario árabe, como el impacto físico que recibo con los sentidos y que mi cerebro procesa como algo único, maravilloso o desconocido. Es una definición más precisa y rica que incluye mente y cuerpo”, comenta el escritor Alberto Ruy Sánchez.

Confieso abiertamente que plagio este primer párrafo de Virginia Bautista en Excélsior para abrir estas letras que regresan de las sagradas vacaciones que debieron concluir este domingo.

Con esas palabras textuales quiero insistir en el periodismo tres60 que nos proponemos hacer en la tercera época de Meridiano: organizar la información de nuestro entorno y compartirla, siempre desde el asombro.

Queremos renunciar, quizá progresivamente, a la vocación y obsesión por el príncipe, que mencionaba Octavio Paz como una constante entre intelectuales y periodistas. Otros lo hacen mejor que nosotros y queremos movernos a otro gran terreno olvidado por el periodismo tradicional y el emergente en los medios digitales: lo social, lo cultural, los histórico, lo invisible, la calle, los hogares. Que palacios y mansiones sean temas de quienes tienen mejores contactos que los nuestros. Nosotros queremos despertar y afinar la vista, el olfato, el oído, el tacto, el gusto y los sentidos internos para ver donde otros no ven, para dejarnos seducir por las historias de los días y los secretos de las noches, por las glorias y dramas personales y colectivos. Por el pasado sin futuro, por el presente sin falsos espejismos, por el futuro que congela el presente.

Queremos que nada nos sea indiferente, como canta la canción.

No queremos, cuando hayamos concluido nuestra tarea en este diario, escuchar con culpa el poema de Neruda.

Me declaro culpable de no haber hecho, con estas manos que me dieron, una escoba. ¿Por qué no hice una escoba? ¿Por qué me dieron manos? ¿Para qué sirvieron si sólo vi el rumor del cereal, si sólo tuve oídos para el viento y no recogí el hilo de la escoba, verde aún en la tierra, y no puse a secar los tallos tiernos y no los pude unir en un haz áureo, y no junté una caña de madera a la falda amarilla hasta dar una escoba a los caminos? Así fue: no sé cómo, se me pasó la vida sin aprender, sin ver, sin recoger y unir los elementos. En esta hora no niego que tuve tiempo, tiempo, pero no tuve manos y así, ¿cómo podía aspirar con razón a la grandeza, si nunca fui capaz de hacer una escoba, una sola, una? Sí, soy culpable de lo que no dije, de lo que no sembré, corté, medí, de no haberme incitado a poblar tierras, de haberme mantenido en los desiertos. y de mi voz hablando con la arena.

Haremos una escoba, una sola, con las historias redactadas desde el asombro. Como en su momento y con los recursos de ese tiempo lo hicieron quienes fabricaban día a día El Nayar y su sucesor Meridiano de Nayarit. Ahora es nuestro turno, en la tercera época de este diario sobreviviente para atender de manera óptima los intereses de los lectores, los clientes y los accionistas, en ese orden siempre.

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