La reciente muerte del Papa Francisco, a los 88 años, no sólo sacudió al Vaticano: también reactivó los ecos de una vieja profecía atribuida a Nostradamus. El astrólogo francés del siglo XVI, famoso por sus crípticos versos, habría anunciado la muerte de un “Papa anciano” seguida por la llegada de un “Papa Negro”, figura que muchos intérpretes vinculan con el inicio del Apocalipsis. El fin del mundo, dicen algunos, el inicio del infierno en la Tierra dicen otros.
Pero, si somos sinceros, ¿realmente hay que esperar tanto? Quizás el infierno ya está entre nosotros. Sólo hace falta hojear La Divina Comedia y repasar los círculos infernales: la codicia, la traición, la violencia, el engaño… están todos aquí, respirando entre nosotros, sin necesidad de bajar con Virgilio al inframundo.
A veces, basta con mirar alrededor.

Primer círculo: Limbo
Dante colocó en el primer círculo del infierno a las almas que no conocieron la fe, pero no cometieron pecado. Hoy, el limbo podría definirse como ese espacio de ignorancia cómoda, de pasividad que se disfraza de neutralidad, de inacción disfrazada de escepticismo.
Muchos se quejan, se indignan en redes sociales, comparten consignas y hashtags… pero cuando llega el momento de actuar, de cambiar algo —como salir a votar—, dicen que no sirve de nada. Luego, los mismos repiten que el gobierno no hace nada. A nivel nacional, el 39 % de la población no votó; en Nayarit, fue el 45 %. Casi la mitad.
No son maliciosos. No gritan, no roban, no hieren. Pero su silencio, su quietud, su indiferencia… contribuyen al estancamiento social como si fuera un pecado tibio, casi invisible.
Y ese es el castigo del limbo: vivir sin moverse, sin arder, sin decidir.
Segundo círculo: Lujuria
El sexo bajo demanda se ha convertido en una mezcla tóxica: el acceso ilimitado al streaming pornográfico reduce el deseo genuino a simples transacciones sin alma. La pornografía en línea se ha transformado en un vicio masivo que distorsiona las relaciones humanas y erotiza el egoísmo. Entre plataformas de video, realidad virtual para adultos y fantasías hiperrealistas, la intimidad real se marchita.
México ha escalado del sexto al tercer lugar mundial en consumo de pornografía, según el anuario de uno de los sitios para adultos más visitados del mundo. Y eso es apenas la punta del iceberg. Plataformas como OnlyFans han revolucionado la industria al “democratizar” el porno. Aunque existen proxenetas digitales que gestionan perfiles y contenidos para sus “clientes”, el mercado independiente ha crecido de forma acelerada, especialmente desde la pandemia.
Muchos de estos consumidores —en su mayoría hombres— comienzan a visitar sitios pornográficos a partir de los 11 años de edad y lo continúan consumiendo de manera frecuente hasta los 37 años.
Tercer círculo: Gula
El tercer círculo es un insaciable mercado a cielo abierto. Aquí reina el hiperconsumo: compras compulsivas, Black Fridays eternos, los Buen Fin y deudas que crecen de un crédito a otro. La publicidad nos tienta con soluciones instantáneas para una felicidad comercial siempre inalcanzable. Entregamos nuestros deseos a los gigantes del comercio electrónico, anestesiando nuestro vacío con ofertas diarias. La obsolescencia programada es aquí un rito sagrado: el gadget de hoy se vuelve chatarra mañana, alimentando una tormenta incesante de basura. Vivimos en un festín de desechos donde lo único importante es poseerlo todo, aun sabiendo que la felicidad verdadera jamás está en oferta.
Cuarto círculo: Avaricia
Entramos al santuario de la avaricia. Aquí los acaudalados rezan en silencio a sus cofres y bancos. La acumulación de riqueza es la religión dominante: megaempresarios y políticos corruptos confabulan para preservar sus privilegios. Para ellos la codicia es virtud: la pobreza, un mal inevitable que otros escogieron cargar. Su discurso justifica la desigualdad, mientras millones recogen migajas y promesas rotas. La desigualdad se normaliza: una farsa que los poderosos asumen con sonrisa cínica, mientras los demás la aceptamos resignados.
Quinto círculo: Ira
Este círculo hierve con la rabia colectiva propia de la era digital. Los espacios online son foros de linchamiento verbal: trolls y bots escupen insultos como antorchas virtuales. La cultura del odio se viraliza sin escrúpulos; cada víctima (famosa o anónima) arde bajo hashtags venenosos. La intolerancia se disfraza de libertad de expresión y la empatía es cruelmente cancelada en el altar de la viralidad. Nos hemos acostumbrado a fomentar la rabia ajena: la confrontación es entretenimiento; la ira, nuestro combustible diario.
Cuántos casos no hemos visto de jóvenes que se suicidan por bullying en redes o casos de denuncias de ciberacoso a mujeres. El 58 por ciento de las mujeres de entre 12-17 años son víctimas de él en México.
Sexto círculo: Herejía
En la Divina Comedia, el sexto círculo del infierno está reservado para los herejes. Hoy, la herejía ya no consiste en negar a Dios, sino en negar verdades fundamentales: el cambio climático, las vacunas, la justicia social. No por ignorancia, sino con plena conciencia de su impacto. Esa es la nueva blasfemia.
La falta de agua es prueba suficiente. Y aunque el desastre es evidente, pareciera que a nadie le importa. En Nayarit —porque ahí vivo, y lo veo— de los 12 mantos acuíferos que existen, tres están en estado crítico. En 2020 sólo era uno; para 2023 ya eran tres.
La Conagua lo confirmó: en 2022, el 39.13 % de los pozos del estado estaban en semáforo rojo por altos niveles de contaminantes. Un año después, en 2023, la cifra subió al 43.48 %. Y seguimos cavando.
Séptimo círculo: Violencia
No hace falta hablar de los conflictos en Ucrania, la franja de Gaza o cualquier otro de Medio Oriente. México está sumido en una oleada grandísima de violencia: muertos, desaparecidos, robos, violencia familiar, feminicidios. Ningún estado se salva, ninguno. Nayarit, por ejemplo, al cierre del mes de marzo, según el Informe de violencia contra las mujeres, el estado ocupa el décimo lugar nacional y el primero en tasa de incidencia. Recordemos que marzo fue fatal en ese tema.
Octavo círculo: Fraude
En el octavo círculo arden los píxeles del engaño. La desinformación digital se propaga como fuego fatuo: noticias falsas, deepfakes y campañas orquestadas engañan conciencias. Bots y trolls agitan crisis simuladas; algoritmos infalibles promueven relatos sesgados para confundir. La manipulación en redes sociales y medios corona este círculo con una sombra de dudas permanentes. Cada noticia legítima es puesta bajo sospecha; lo real y lo falso se funden en un sólo humo que narcotiza la verdad, mientras la opinión pública sigue las cenizas como polillas hacia la luz.
Noveno círculo: Traición
Finalmente, el noveno círculo congela la conciencia humana: la traición más profunda a los valores que nos quedan. Aquí se reúnen quienes han vendido su esencia al mejor postor. Gobiernos que desmantelan la educación pública para enriquecer a empresas privadas; líderes que llenan de concreto los ríos mientras los niños beben de pozos secos o contaminados. Son aquellos que abandonan a los más vulnerables, alimentan la injusticia y adornan el olvido con discursos huecos. En este círculo la moral se pudre: la dignidad, la única llama agonizante entre las cenizas de nuestro humanismo. Son lealtades podridas que anulan la confianza pública: cuando la decencia se vende al mejor postor, el tejido social se desgarra sin remedio.
Frente a este infierno cotidiano cabe preguntarse ¿estamos condenados a bajar aún más? Quizá la chispa de la responsabilidad aún brilla entre nosotros, titilante como una luz en la caverna. El camino de regreso tal vez siempre ha estado en nuestras manos: sólo nos falta coraje para no perderla de vista. La verdadera prueba será atrevernos a no mirar hacia otro lado y tomar esa salida con determinación.