El dos de marzo de 1994, Luis Donaldo Colosio Murrieta sostenía un encuentro con simpatizantes de Nayarit. Tres semanas después, el día 23, era abatido en Lomas Taurinas, en Tijuana, Baja California. De ahí la tesis de quienes lo mantienen en su memoria: Colosio es el futuro que no fue. En nuestra entidad hay quienes retienen en la memoria hechos que traen al presente su figura.
El escenario nacional no era de los mejores. Era presidente de la República Carlos Salinas de Gortari, quien realizó una de las mayores modificaciones al gobierno y a la economía del país. Eran los días de la instrumentalización del Tratado de Libre Comercio, de la irrupción en el escenario del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y del sub comandante Marcos. Eran los días también en los que el PRI parecía entrar en una profunda crisis sangrienta.
Fue un año en el que algunos de manera silvestre anunciaron un apocalipsis montaraz. Fue año en el que los electores salieron como nunca, a votar, y como siempre ocurría, ganó el PRI. Fue el año en el que los mitos futuros ya habían empezado a caer, uno a uno, antes de que el futuro fuera pasado. Ya desde entonces se había demostrado de manera contundente que la violencia no es obstáculo para que los electores salgan a emitir sus sufragios.
Hace 21 años la política se hacía de una forma diferente. Había quienes no hacían política, sino negocios, pero ese es un mal que acompaña a la humanidad y no solamente a la política. Había simuladores como hoy, había gesticuladores que hicieron daños enormes a la credibilidad de la política, la expresión humana de mayor trascendencia. La politiquería no es nada nuevo. La politiquería es el envilecimiento de la política.
En esos días en Nayarit se preparaba una recepción significativa para Colosio. Eso lo logró ampliamente el doctor Vallarta Robles. La recepción en el estado fue sin duda del mayor interés y llenas de anécdotas que no son curiosidades, sino hechos que deben ser considerados en un ejercicio de rescate de la historia.
Ese día, el responsable de la maquinaria electoral del PRI era Manuel Cota. Ese día Cota cumplía años y lo hacía realizando una intensa actividad previa a la visita de Colosio. Durante los días previos Cota, Lucas Vallarta y toda la estructura de mandos medios, se había organizado para hacer al candidato presidencial una demostración de apoyo con alto significado. No se trataba de hacer una concentración presidida por la simulación o malas prácticas, sino de hacer una concentración representativa, de alta densidad política.
El doctor Lucas Vallarta y Manuel Cota lo lograron. En el documental filmado por el ilustre amigo Juan José Rivera, se pueden ver personajes como Lucas Vallarta mismo, Félix Torres, Francisco Pérez Perales, José Ramón Navarro Quintero, Víctor Joaquín Cánovas, Salvador Sánchez Vázquez, José Gascón Mercado, y otros más que podríamos seguir mencionando.
De entre tantas presencias destacan dos nombres de dos titanes. Uno de ellos, titán en la esfera de lo político, don Emilio Manuel González Parra, cuyo liderazgo construyó con décadas de esfuerzo, de trabajo, de dedicación, de contacto directo con la gente, de resolverle problemas personales, familiares, sociales a la gente y cuya personalidad y fama logró al margen de las trayectorias publicitarias.
El otro, un titán de las letras, de la conversación, de la praxis humana de mayor trascendencia; se trata de Alí Chumacero, acaponetense ilustre, ilustre desconocido en nuestra entidad y que no gustaba de asistir a ese tipo de actos políticos. El mismo Alí había rechazado iniciar en 1970 una carrera política, y había mostrado su preferencia por mantenerse al margen de asuntos políticos electorales. No obstante, Lucas Vallarta y Manuel Cota habían logrado convencer a Alí de que acompañase a Colosio en su visita al estado. En el documental de Rivera podemos ver que Colosio saluda efusivamente a esos dos personajes, a Emilio y a Alí Chumacero.
Todo cambió. No extraña que ocurran hoy cosas absurdas como las que vemos un día y el siguiente también. El discurso político parece haber muerto con la etapa de 1994. Eso es falso. La verdad es que entonces murió seguramente una forma de hacer política y de impedir la formación de nuevos cuadros. En 1994 murió una forma de hacer política, pero no parió una nueva. De ahí la crisis por la que ha atravesado la política en México. Pero esa crisis ya ha entrado de nuevo en una fase diferente.
Coincido con un amigo estimado que aseguraba, entusiasmado en la conversación, que “Colosio es el mejor presidente que no tuvo México”. La frase recuerda mucho lo que Octavio Paz o Samuel Ramos escribieron sobre la naturaleza del mexicano, sobre su condición en el mundo. Recuerda, igual, esa frase de Bretón que definía a México como “el país surrealista por excelencia”.
De ahí ese “detalle” que nos ofrece el archivo de Juan José Rivera. Ahí es posible ver como Luis Donaldo Colosio vuelve sobre sus pasos para saludar, cordialmente, con una amplia sonrisa, al poeta acaponetense Alí Chumacero. Es el día 2 de marzo de 1994, hace ya más de tres décadas. El lugar: el espacio donde se ubica la concha acústica en “La Loma”. La presencia de un personaje “elegante, modesto y silencioso en la vida pública”, como lo describió Mónica Mansour, realmente era motivo suficiente para que Colosio valorase esa presencia que pocos lograron dimensionar, o incluso, detectar. El inusitado hecho se registró en un glorioso documento grabado por el ilustre fotógrafo Juan José Rivera.
En la literatura es hasta apreciable, pero en la construcción de la historia, resulta inaceptable absolutamente. En nuestro país la historia suele construirse del mismo modo que la literatura, que la poesía. Esto es, con imaginación, con pasión y con escasas o nulas evidencias, y las demostraciones se hacen con puras afirmaciones. En un país así, podemos hablar de “historicismo mágico”, así como de “realismo mágico”.