A sus 58 años de edad, Sergio Sánchez se define a sí mismo como un hombre solo, mecánico de oficio y consumidor habitual de mariguana desde que tenía apenas 14 años.
Su testimonio es una radiografía cruda y honesta de una vida marcada por la pobreza, el abandono familiar y una sociedad que, asegura, pocas veces se ha detenido a escuchar: “Probé la hierba de satanás cuando era adolescente y desde ese momento, mi vida cambió”, relata Sergio con voz firme mientras acomodaba sus herramientas en un taller improvisado en su domicilio, ubicado en una colonia popular de la ciudad de Tepic.
Hijo mayor de una madre trabajadora doméstica y un padre ausente, Sergio asumió desde muy joven la responsabilidad de aportar dinero a su casa: “Mi papá se fue a Tijuana con una mujer de la vida galante, nunca volvió, mi mamá se quedó sola con nosotros y tuvo que trabajar como sirvienta. Yo dejé la escuela y empecé a ganar dinero como ayudante de albañil”.
Con tristeza en su mirada, Sergio Sánchez recordó que en esos años su condición económica era crítica y su alimentación modesta y repetitiva: “Toda la semana comía huevo con frijoles, pero mi toquecito de mota nunca me faltaba”.
Sergio aseguró que su consumo de mariguana no es un vicio, sino una forma de lidiar con su realidad: “Juanita, como yo le digo, ha estado conmigo toda la vida, me tranquiliza, me duerme. No tengo esposa, no tengo hijos, pero con Juanita me siento vivo”, afirma con una mezcla de resignación y afecto por la planta.
Durante la charla, también reflexionó sobre su visión de la desigualdad social: “Yo veía cómo los ricos tenían todo y nosotros nada. Yo no entendía que ellos trabajaban, que eran empresarios. Solo veía que ellos comían bien y yo no”, comenta.
Consciente de las consecuencias de sus decisiones, Sergio no busca excusas. Asegura que ha sido testigo del egoísmo de los adultos y de cómo, en sus palabras, “los intereses económicos mandan sobre todo lo demás”.
Sergio Sánchez antes de concluir la entrevista aclaró que él nunca va a dejar de fumar mariguana: “No pienso dejarla, ella ha sido mi única compañera. Hay gente que tiene su familia, yo tengo a Juanita. Y con eso me basta”, concluyó con una sonrisa triste, pero sincera.
