La semana pasada no escribí la que, desde hace algunos meses, volvió a ser mi única colaboración semanal para El Meridiano de Nayarit, ya que, unas semanas atrás había dejado de escribir la colaboración deportiva que semanalmente —como un “divertimento”— estuve escribiendo a lo largo de dos años, pero que llegó a convertirse en una carga más que en un ejercicio libre, por lo que decidí dejar de escribirlas definitivamente y seguir redactando una sola colaboración semanal de carácter más general.
Sin embargo, resulta que esa colaboración general se vino haciendo cada semana más cuesta arriba hasta que, la semana pasada, llegué al grado de no ser capaz de escribir algo que obedeciera a un régimen de libertad y no de obligación como había venido sucediendo poco a poco.
De hecho, tenía planeado derramar algo más de tinta en relación con ese que denominé “el huracán de los Nuevos Libros de Texto Gratuitos” al que dediqué mis palabras previas a estas. Dichas palabras seguirían siendo críticas como aquellas, no solo por los errores detectados en ellos; ni siquiera por la que se ha considerado como una inadecuada transición de las materias concretas a los proyectos transversales al desechar sin más el conocimiento de las materias específicas; pero sí, por la tendencia a convertir la educación básica en un proyecto de transformación social basado en herramientas teóricas más propias de la educación de adultos que de niñas, niños y adolescentes.
Pero sobre todo, llamarían la atención sobre intentos fallidos previos como la educación socialista de Don Lázaro Cárdenas del Río o, incluso, la educación de corte neoliberal del modelo que ahora se intenta suprimir y, en el fondo, con esa mala costumbre de los países al sur del Río Bravo, de superponer nuevas capas sociohistórico culturales sin asumir lo asumible de lo anterior como lo decía Antonio Caso hace cien años; o como lo decía Leopoldo Zea al hablar de una negación no dialéctica del pasado por querer hacer “tabula rasa” o recomenzar de cero una y otra vez, negando algo que —como los siglos de coloniaje y colonialidad o, más recientemente, las décadas “neoliberales”— “haiga sido como haiga sido”, forman parte ya de nuestra historia y hay que contar con ellas para cualquier proyecto de futuro que sepa discernir entre el trigo y la cizaña, partiendo del hecho de que todo lo histórico tiene cales y arenas, cizañas y trigos…
En el tintero quedaron también muchas palabras más, entre ellas, aquellas que reconocerían los avances de la presente administración en el combate a la pobreza, que se debe atribuir, principalmente, al aumento a los salarios mínimos y a la prohibición del “outsourcing” y que, paradójicamente, tiene entre sus condiciones de posibilidad la “neoliberalísima” disciplina macroeconómica y que, probablemente, insistirían en la crítica a la manera lamentable en que se ha administrado el problema de la seguridad, al empoderamiento diversificado de las fuerzas armadas y de las organizaciones del crimen organizado y, sobre todo, al “tlatoanismo” casi absoluto que no admite competencia, ni disidencia alguna…
Asimismo quedaron en el tintero palabras críticas hacia el “Nuevo Proyecto UAN” que tanto ha hecho por limpiar y pulir su imagen pública pero que ha convertido a quienes laboran en ella en maquiladores temerosos y sumisos y a sus autoridades en poco más que instrumentos sumisos de las políticas del ejecutivo estatal y de la más alta autoridad de la educación superior en el país…
Muchas palabras más se quedaron y se quedarán en el tintero; algunas otras llegarán, quizás, a ser publicadas algún día en un espacio —impreso o electrónico— semejante a este, porque, en el título de estas “palabras” “[Pen]últimas palabras” —estrechamente relacionado con mi primera colaboración formal del mes de abril de 2021—, trato de decir que dejaré de enviar mis colaboraciones semanales al Meridiano, pero que no excluyo enviar aquellas que lleguen a emerger en alguna coyuntura en que confluya la pretensión de verdad con la libertad de expresión y, en la medida de lo posible, con un bello decir…
Gracias doy a Jorge Enrique, a quienes se dieron a la tarea de leer mis “palabras” e, institucionalmente, a El Meridiano de Nayarit por la oportunidad de publicar en sus páginas y en su portal electrónico y, como decía Enrique Rosado [cronista radiofónico y televisivo de espectáculos en los años de mi infancia]: “por ahí nos encontraremos” o, mejor aún “por aquí nos volveremos a encontrar tarde o temprano”.