“En política sólo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela”
Antonio Machado
Por Ernesto Acero C.
Como era de esperarse, como se había adivinado y como se había dicho, los titulares del Poder Ejecutivo Federal y el del Estado, se convierten en blanco de ataques en el discurso electoral. El Presidente Andrés Manuel López Obrador y el Gobernador Miguel Ángel Navarro Quintero son como candidatos que no aparecerán en la boleta electoral y que tienen prohibido defenderse.
El enorme trabajo y la vocación democrática de apreciadas figuras políticas como la de Navarro Quintero, no cuentan para los publicistas que alimentan con odio su publicidad. Lo peor de todo es que levantan expectativas de furia que luego, afortunadamente, no podrán satisfacer, por lo menos no a su favor.
Eso es lo que se puede destacar en la publicidad de quien carece de propuestas que convenzan al electorado. En el debate salió a relucir el nombre del titular del Presidente de México y localmente hemos observado ataques dirigidos al mandatario estatal.
Aquí, lo que procede es dejar al descubierto el patrón que gobierna la publicidad impulsada por un ánimo destructivo. Dado que, para ejemplo basta con un botón, nos enfocaremos a revisar lo ocurrido con el debate presidencial del pasado siete de abril, el primero de tres.
La “constitucionalización” de los debates entre candidatos a la Presidencia de la República y a las gubernaturas de los estados, se registra el 10 de febrero de 2014. Los debates ya se habían realizado desde años antes. No es una novedad que nace la citada fecha. Los debates, al menos dos de ellos, ahora son obligatorios como lo disponme la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales (LGIPE).
Los debates, dispone el Reglamento de Elecciones del Instituto Nacional Electoral (INE), “tienen por objeto proporcionar a la sociedad la difusión y confrontación de las ideas, programas y plataformas electorales de los candidatos, por lo que, en su celebración, se asegurará el más amplio ejercicio de la libertad de expresión, garantizando condiciones de equidad en el formato, trato igualitario y el concurso de quienes participan en ésta”. Como podemos observar, la definición no alude a la libertad de atacar a los presentes o a los ausentes en el debate. De lo que se trataría es de privilegiar la difusión y hasta la confrontación de ideas, de programas y de plataformas que las siglas deben imponer a sus candidatos.
Lo que hemos visto en el debate del domingo siete de abril de 2024, es una batalla en la que se impone el ataque por encima de la propuesta. Creo que esto no es aplicable por igual. Unos ataques tenían fines defensivos, otros eran intencionalmente ofensivos. El simplismo, la ligereza de ataques, fueron parte de lo que pudimos ver.
Le llamaba erística, Schopenhauer, a los alegatos que no tienen como finalidad revelar la verdad o confrontar puntos de vista, sino que tienen como objetivo ganar las discusiones a la fuerza. Así, lo que pudimos ver fueron aseveraciones sin fundamento y que tienen como componente demostrativo, tan solo la voz. Las mentiras tienen esa “virtud”, se pueden pronunciar y presentar como verdades sin necesidad de evidencias. Para atacar solamente es necesario poder hablar, tener la boca tan grande como la de un cocodrilo.
Es una lástima que se desaproveche la oportunidad para hacer realidad la definición de un debate tomado en serio. Los electores de por sí cuentan con poca o nula información para orientar su sentido del voto. Con debates así, el elector solamente alcanza a confundirse un poco más.
Ya de por sí, una buena parte de la publicidad que sufrimos es creada en granjas de robots y en los peores estercoladeros que podemos imaginar.
Los debates podrían ser una excelente oportunidad para tratar ideas, no para tratar de hacer pedazos a los interlocutores. No obstante, lo que podemos observar es que las derechas recalcitrantes no se miden y le apuestan a la mentira y a sembrar odio a diestra y siniestra. Atacar es más sencillo para quienes carecen de ideas, de convicciones y hasta de formación política, hasta de formación ideológica.
Los formatos deberían privilegiar la confrontación de ideas y no los ataques. En aras de la libertad de expresión, se permiten los ataques ad hominem y las injurias, así como la mentira descarada y vil.
La carencia de formación ideológica, la hipocresía de los boca-aguada, resulta harto peligrosa. Los que le apuestan a la siembra de odios, seguramente que van a cosechar más furia de la que pueden administrar. Los que siembran odio van a cosechar más odio, pero contra ellos, furia contra los que siembran el odio, el rencor, la insidia.
Ya despertaron al león, o a la leona. Los temas de los próximos debates, son candentes en grado superlativo. Gobiernos como los de López Obrador o como el de Navarro Quintero, tienen defensa social, no solamente electoral. Seguramente que se habrán de arrepentir de no haber optado por el discurso tolerante, contemporizador, propositivo. Ya no hay nada que hacer. Ya metieron la pata.