Una de las premisas del arte es que entre más conocimiento se tiene sobre la obra, mayor fascinación y belleza se encuentra en la misma. Bajo esta idea, es fácil considerar un arte a la propia política que se entiende con sus compañeras de pincel, de imprenta pero sobre todo de audiovisual; un medio irresistible para la propaganda.
Ahondando en el conocido séptimo arte, puedo decir que conforme los años me surgió gran fascinación por los premios de la Academia de Arte y Ciencias Cinematográficas de Hollywood que comúnmente llamamos Oscar. Llenos de atractivos naturales para el ser humano como el glamour y la belleza, resulta por demás emocionante como en cada alfombra roja la élite del cine se reúne en un conclave para felicitarse mutuamente por sus logros del año.
Pero como todo arte, su mayor atractivo no está en las falsas y brillosas dentaduras blancas que desfilan ante las cámaras, ni en la costosa vestimenta que lucen sus estrellas. La belleza de la temporada de premios radica en la propia naturaleza del ser humano, en la sed de poder.
Para nadie debería ser secreto que cada premio entregado en el Teatro Dolby ha sido previamente negociado por los múltiples rostros que se ven en pantalla a lo largo de la transmisión, pero también por los diversos imperios comerciales que existen detrás de ella.
Tampoco debería extrañarnos, saber que los sectores tradicionales de Hollywood mantienen una guerra con la N mayúscula que inunda nuestros televisores y dispositivos, que dicho sea de paso es roja como aquella “amenaza” que tanto se ha promovido en los filmes estadounidenses.
El domingo, pasado ganó CODA, una adorable y muy disfrutable película con gran mensaje social e inclusión de personas con discapacidad (y Eugenio Derbez) que detrás de bambalinas contó con el poderoso cabildeo de Apple, para alzarse como el mejor filme del año, el cual dicho sea de paso podemos disfrutar en México en Amazon Video. Es decir dos de los principales competidores de Netflix que ni con todo “El Poder del Perro” logró más que una estatuilla pese a tener 29 nominaciones con diversos filmes.
Esta lucha política y comercial de emporios del entretenimiento seguirá vigente en los próximos años, y muy posiblemente con más derrotas de la plataforma del “tudum” que es considerada por muchos de los cineastas como la principal amenaza para su industria.
Pero sin duda, para muchos de altos mandos caucásicos del cine hollywoodense su mayor premio de la noche fue ver al ahora ganador del Oscar, Will Smith enloquecer y golpear en plena transmisión al comediante, Chris Rock.
Un atentado contra la libertad de expresión, un ejemplo digno del caballero que necesitan las sociedades actuales o un conflicto entre afroamericanos para entretenimiento de los televidentes, han sido muchas de las lecturas que han surgido en redes sociales respecto al hecho.
Sin embargo, si algo es seguro es que todo es política, y debemos recordar que la esposa de Will Smith, Jada Pinkett fue una de las principales promotoras del movimiento #OscarSoWhite que criticaba la falta de inclusión de artistas afroamericanos en la premiación de 2016, motivada prioritariamente por la falta de su marido que para muchos realizó una de sus mejores actuaciones en Concussion (2015), la cual fue brutalmente ignorada.
Este boicot fue respaldado por grandes personalidades afroamericanas del cine como Spike Lee; sin embargo hubo varios que se opusieron como el propio comediante Chris Rock que dicho sea de paso también se burló de la situación en aquella lejana ceremonia.
Hay quienes dicen que si algo divide amistades es la política; y la enemistad entre Rock que respaldo el establishment contra los Smith que en aquel momento aplicaron el activismo oportuno, llegó a su punto de quiebre en la pasada edición de los Oscar. Esto después de que un comentario calificado por especialistas como violencia estética en contra de Jada; fuera respondido con una cachetada en la cual “El Príncipe de Bel-Air”, bajo la justificación de defender a su esposa, seguramente también sacó toda su frustración de tener que agachar la cabeza y estrechar manos blancas para alzarse con una estatuilla, que carga junto a su renuncia a la Academia y su salida por la puerta de atrás.
EN DEFINITIVO… “Los Oscar también son política”, sentencié a un amigo mientras hablábamos sobre la premiación para explicarle porque no había sorpresas y técnicamente todo mundo sabía que CODA sería la ganadora de la premiación. Pero si este juego de poder no bastara, no hay que dejar de lado la amenaza de boicot de Sean Penn a la ceremonia, sino permitían al Presidente Ucraniano, Volodímir Zelenski presentar un mensaje sobre la guerra en Europa del Este. Al final todo se arregló con un breve llamado a mitad del espectáculo que condenaba la invasión. “Les pedimos que apoyen a Ucrania de cualquier manera que les sea posible”, rezaba el comunicado.