“Si los evangelistas hubieran sido periodistas como ustedes, habría un evangelio y no cuatro”, me dijo cierto amigo, levantando la vista de un libro sobre periodismo que leía en un café de la ciudad. “Todos hubieran reproducido los boletines que emitía el publirrelacionista de Jesús”, remató. Sonreí como sólo puede sonreír el blanco de los dardos envenenados de un desquehacerado que a todos juzga y al que nada le embona. Siguió: “Mateo, abogado; Lucas, historiador; Juan, poeta, y Marcos, reportero de los buenos, nos dieron cuatro versiones desde distintos ángulos de los mismos hechos: el origen del cristianismo”. Sólo atiné a contestar: “Marcos hubiera sido reportero de Meridiano. A eso aspiramos, a narrar, a contar historias del día anterior. La radio y televisión dicen qué pasó, el periódico por qué y para qué”.