Por Kenya G.
Hace no más de tres años, comenzó a circular una frase inspiradora entre las mujeres violentadas y activistas sociales que se pronunciaban con frases y pancartas blancas con letras rosas donde ponían un ultimátum: Las niñas no se tocan, no se violan no se matan, que como la pandemia, se extendió el mensaje, pero se redujo a: Las niñas no se tocan. Desde hace unos días, fue el grito de batalla con el que se convocó nacional y localmente a la Marcha en apoyo al Instituto Nacional Electoral, el INE pues.
Eran las 9 de la mañana del domingo y comenzaban tímidamente a llegar las primeras personas que bajaban de carros de modelo reciente como de vehículos que leguas se percibe ya no deben pagar tenencia y los que pedaleaban sus medios de transporte para integrarse a la mancha blanca alrededor del templo de la Cruz de Zacate.
“Dijeron que a las 9.30 comenzábamos a marchar”, se impacientaban los puntuales que saliendo de misa, se atragantaron en la Cafetería La Cruz. Los que conocen de la puntualidad que nos caracteriza, sabían que una hora es la tolerancia social permitida.
A las 10:00 horas del Pacífico, animados por la marcha de la Ciudad de México que seguían a través de su celular, partieron vestidos de blanco y rosa, quienes decidieron salir a la calle a defender a la institución-niña con apenas 18 años cumplidos el 4 de abril del 2014, teniendo como abuela a la Comisión Federal Electoral que muriera en 1990 para entonces surgir el Instituto Federal Electoral. Hoy, al grito de “El INE no se toca”, se enfilaron hacia la Avenida México de Sur a Norte.
La misma avenida que ha visto y sentido los pasos firmes por el triunfo electoral obtenido, por la gloria futbolera de México en un Mundial, el paso de feligreses en una procesión, el grito desgañitado por la pérdida en las urnas argumentando robo, la denuncia por la desaparición y vejación de mujeres, y hasta la demanda de mejores condiciones para perritos y gatitos, este domingo 13 de noviembre, aniversario del natalicio del maestro Ignacio M. Altamirano fue testigo del paso de un contingente sui géneris: empresariado, maestras jubiladas, pocos jóvenes, muchos de la tercera edad, dirigentes campesinos cenecistas, un exalcalde panista, una ex alcaldesa priista, feministas, empleados de INE, mujeres organizadas en el PAN, PRI, PRD y gente de la sociedad civil que disminuyeron la velocidad de sus pasos, pero aumentaron el volumen de su demanda frente a Palacio de Gobierno, tal como estaba programado a las 11.00 horas.
El sol salió para todas y todos, los llamados fifís y chairos se cubrían con cachuchas, camisetas, lentes o con las pancartas y lonas. El contingente iba por un mismo objetivo: defender al INE y gritarlo a su paso entre la gente que se detenía para aplaudir o para rechiflar discretamente. ¿Quién organizó? ¿Quién convocó? Eran frases ya rebasadas a esas horas. Lo cierto es que a pesar de los 28 grados, la gente tenía ganas de salir, gritar, defender, participar en un evento libre, sin la consigna del descuento en la nómina.
Justo a las 11:30 la concentración se dio en Avenida México y calle Morelos donde se ubica la sede del Congreso del Estado que lucía el listón naranja que invita a la no violencia. Ahí como escribiera Joan Manuel Serrat: “Hoy el noble y el villano, el prohombre y el gusano, bailan y se dan la mano, sin importarles la facha”. Escucharon a la única oradora del evento, Ana Georgina Guillén Houston, exconsejera del Instituto Estatal Electoral y hoy, consultora empresarial, cantaron el Himno Nacional, se tomaron la selfy, agitaron sus banderas azul, amarilla y tricolor. “Se acabó, el sol nos dice que llegó el final, por una noche se olvidó que cada uno es cada cual”.
Justo al mediodía, comenzaron a dispersarse, la marcha había sacado sed y hambre. Unos rodearon al del tejuino y a la de las papitas. Otros al restaurant del Hotel Real de Don Juan, había que saciar el estómago y comentar su participación en la marcha. “Vamos bajando la cuesta que arriba en mi calle, se acabó la fiesta”.