Ángel: de la gloria a los infiernos

Cuando era elemento activo de tránsito conoció a una bella mujer, era alta y rubia y con ella mantuvo una relación amorosa durante dos años a lo que atribuye haber contraído el virus del VIH

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Hace más de 20 años, el señor Ángel Navarro Montes era un ejemplar agente de tránsito en la ciudad de Puerto Vallarta, Jalisco, trabajó para esta dependencia durante 10 años de su vida. 

Según sus propias palabras, le gustaba su trabajo porque el uniforme le daba presencia y seguridad ante la sociedad, en esa época todos lo respetaban, pero además era atractivo para las mujeres. 

Recordó que cuando aún era elemento activo de tránsito conoció a una bella mujer; alta y rubia y con ella mantuvo una relación amorosa durante dos años: “Hasta que un día la mujer se regresó a su país de origen, ella era americana, pero se fue sin avisarme, una tarde fui a buscarla y ya no estaba en su departamento, los vecinos no me dieron razón de ella y nunca más la volví a ver”.  

Al pasar los meses, el señor Navarro Montes empezó a sentir fuertes dolores de cabeza, refiere que además bajó de peso y en sus brazos empezaron a aparecer ampollas. 

Después de que lo atendieron los médicos de la ciudad de Puerto Vallarta y realizarle diversos estudios de sangre, en los análisis se diagnosticó que era portador del síndrome de inmunodeficiencia adquirida: se contagió de SIDA. 

Sin embargo y con voz animada, don Ángel dijo que ya han pasado varios años desde el día en que le dieron esta lamentable noticia y sigue vivo: “Pero yo creo que es gracias a los retrovirales que me recetaron sigo vivo y por supuesto a las grandes cantidades de alcohol que consumo porque desde hace años yo soy muy borracho, la verdad soy muy borracho”.  

En la actualidad, don Ángel es integrante del llamado escuadrón de la muerte, el grupo de mujeres y hombres que por las noches duermen en las inmediaciones del río Mololoa y durante el día se dedican a pedir la moneda en las colonias aledañas al centro de Tepic. 

Don Ángel explicó que cuando deja de beber alcohol por tres o cuatro días empieza a escuchar voces que lo amenazan, según él,  las voces le dicen que tarde o temprano se lo llevarán al infinito. 

Pero además comentó, que mientras él duerme se le acercan personas que ya fallecieron y le avisan que ya falta muy poco para que él muera. 

A pesar de eso, don Ángel sostuvo que no siente miedo porque ya no tiene nada que perder en la faz de la tierra, porque desde hace varios años perdió a su familia y a él no le interesa vivir. 

Contó que después de cada trago de Tonayan que le da a su botella,  él sabe que se acerca el final de su historia: “Pero no me importa, yo no tengo nada que perder, ya perdí todo, todo, ya perdí a mi esposa, ya perdí hijos, no tengo padres, no tengo hermanos, lo único que me queda es mi vida y mi cuerpo cada día que pasa está más cansado, sin ganas de vivir, las fuerzas poco a poco me abandonan y la locura no me deja descansar. Mi vida es puro dolor, puro sufrimiento, para qué me quedo, ¿para seguir sufriendo?, no. Mejor me voy”, concluyó.

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