Por José Luis Olimón Nolasco
Estaba a punto de empezar a redactar unas “palabras” navideñas en clave de lectura posmoderna que he venido esbozando en mi interior, cuando me enteré —en un primer momento por una publicación de mi amigo Raúl Alamillo— del fallecimiento [de la partida a la casa del Padre, en la que, seguramente, embellecerá sobriamente su “celda celestial”] de Fray Gabriel Chávez de la Mora, ese monje-arquitecto —no arquitecto-monje— nacido en Guadalajara el 26 de noviembre de 1929 y que dejó huellas de su creatividad arquitectónica en diversas obras, entre las que se pueden destacar:
Su colaboración en el diseño y construcción de la Nueva Basílica de Guadalupe en ese formato de una especie de tienda de campaña para evocar a ese Dios joánico “que puso su tienda entre nosotros”;
El diseño —en su momento futurista y escandaloso— de la remodelación y renovación de la Catedral de Cuernavaca en tiempos de Don Sergio Méndez Arceo, por quien fue ordenado el 1 de mayo de 1965, día de la Fiesta de San José Artesano [mejor conocida como Fiesta de San José Obrero];
La capilla dedicada a la Virgen de Guadalupe en las grutas de la Basílica de San Pedro en el Vaticano y;
La restauración de la Capilla del Monasterio de Santa María de la Resurrección en Ahuacatitlán, Morelos, al que ingresó el 5 de mayo de 1955, en el que hizo la profesión solemne de votos el 15 de agosto de 1959.
Cabe señalar que ese monje-arquitecto que prefería ser llamado Fray que arquitecto, hizo sus pininos arquitectónicos como dibujante y diseñador de maquetas en el taller de los arquitectos Martínez Negrete – De la Peña en su ciudad natal y que habiendo iniciado la licenciatura en Ingeniería Civil en la Universidad de Guadalajara en 1947, un año después se convirtió en miembro destacado de la primera generación de la Escuela de Arquitectura de esa institución.
En un caso como este, el mejor homenaje no son las “palabras”, sino las imágenes de algunas de sus obras y de él mismo.
Con el permiso de María Langarica —sobrina de Don Adolfo Suárez— una imagen de Fray Gabriel y de un mensaje que le escribió con ese tipo de letra que se hizo famoso también —ya con la mano temblorosa de un nonagenario— en una visita-entrevista que le hizo con ocasión de la recepción del Premio Nacional de Arquitectura 2020 de manos del presidente López Obrador.
Que, de acuerdo con el lema de la Orden de San Benito, siga orando y laborando en la Paz de su Señor ¡por toda la eternidad!